RHS. Revista. Humanismo. Soc. 13(1), e5/1-20, ene.- jun. 2025 / ISSNe 2339-4196
Artículo de investigación científica y tecnológica
Escuela esquizoanalítica: hacia una nueva propuesta pedagógica
The Schizoanalytic School: A Path towards a New Pedagogical Proposal
Mateo García Bedoya1
https://orcid.org/0000-0001-5259-673X
César Augusto Ramírez Giraldo2
https://orcid.org/0000-0001-8093-1080
https://doi.org/10.22209/rhs.v13n1a05
Recibido: julio 9 de 2024.
Aceptado: febrero 11 de 2025.
Para citar: García Bedoya, M. & Ramírez Giraldo, C. A. (2025). Escuela esquizoanalítica: hacia una nueva propuesta pedagógica. RHS-Revista Humanismo y Sociedad, 13(1), 1-20. https://doi.org/10.22209/rhs.v13n1a05
Resumen
La escuela esquizoanalítica, fundamentada en las corrientes filosóficas de Deleuze, Guattari y Foucault, propone una reconfiguración del sistema educativo en Colombia hacia la formación de una ciudadanía crítica y reflexiva. Este enfoque filosófico cuestiona las estructuras de poder, la violencia y los conflictos presentes en las instituciones educativas, pues aboga por una educación basada en la colaboración, la empatía y el respeto mutuo. Se critica la tendencia a la estandarización educativa promovida por tratados internacionales, que priorizan las competencias técnicas en detrimento de las humanidades, lo que da lugar a lo que se conoce como “pedagogía neoliberal”. La propuesta de la escuela esquizoanalítica se erige como una alternativa del deseo que fomenta la creatividad, la autonomía y la autorreflexión de los estudiantes, invitándolos a ser agentes activos en su proceso educativo. Este enfoque interdisciplinario entre filosofía y psicoanálisis plantea una mirada crítica hacia las estructuras de poder y la construcción del conocimiento en el ámbito educativo. A su vez, promueve una educación inclusiva, justa y de calidad que impulse la transformación social y la consolidación de una ciudadanía comprometida con el cambio y la equidad, pues se busca también la consolidación de cuerpos resistentes y comprometidos con la construcción del cuidado de sí.
Palabras clave: esquizoanálisis, docilización, deseo, psicoanálisis, educación.
Abstract
The schizoanalytic school–grounded in the philosophical currents of Deleuze, Guattari and Foucault–proposes a reconfiguration of the educational system in Colombia to produce critical and reflective citizens. This philosophical approach questions the power structures, the violence and the conflicts that arise within educational institutions and advocates for an education based on collaboration, empathy and mutual respect. In addition, it criticizes the educational standardization promoted by international treaties that prioritize technical skills which are detrimental to humanities. This standardization gives rise to what is known as “neoliberal pedagogy.” The proposal of the schizoanalytic school emerges as an alternative that fosters creativity, autonomy and self-reflection in students and invites them to become active agents in their educational process. This interdisciplinary approach–between philosophy and psychoanalysis–poses a critical look at power structures and the construction of knowledge in education. At the same time, it promotes inclusive, fair and quality education to encourage social transformation and to promote that citizens commit to change and equity, so that their bodies become resilient entities devoted to personal care.
Keywords: Schizoanalysis, Docility, Desire, Psychoanalysis, Education.
Introducción
Este artículo intenta construir una nueva postura pedagógica desde una propuesta filosófica, la cual se conoce como escuela esquizoanalítica. Para cumplir con este objetivo, se parte principalmente de la literatura y la filosofía de Deleuze, Guattari, Foucault, así como se incorporan otros textos como Poder y justicia en la escuela colombiana, de Francisco Cajiao (1994), y se articulan otros trabajos educativos, a fin de examinar las implicaciones de la educación actual en relación con el cuerpo del sujeto educativo. Cajiao (1994) aborda en su obra las complejas dinámicas presentes en la escuela, los diversos conflictos allí presentes, la violencia que emerge en su interior, para así formular un análisis con relación al poder y la justicia. De ese modo, plantea una perspectiva crítica que invita a reflexionar sobre los desafíos y las oportunidades que enfrenta la educación en Colombia.
En el intento de subsanar la multiplicidad de conflictos presentes, el Ministerio de Educación Nacional (men) intenta solucionar estos problemas, pues inscribe la educación en distintos tratados internacionales con el objetivo de estandarizar la educación, so pretexto de mejorar la calidad educativa a través de un discurso de competencias. Así, propone soterradamente una educación interesada en la técnica del siglo xxi, lo que conduce, entre otras cosas, a la llamada “pedagogía o escuela neoliberal”.
Desde esta perspectiva, resulta fundamental examinar cómo las disposiciones y los principios establecidos en los tratados educativos impactan en la configuración del cuerpo del sujeto educativo dentro de las instituciones escolares colombianas. En particular, se hace necesario explorar cómo estas directrices influyen en la distribución del poder, en las relaciones de autoridad y en la construcción de una cultura educativa que promueve los tecnicismos y elimina las humanidades.
Por lo tanto, este estudio se propone analizar el modelo pedagógico tradicional en Colombia para aportar la visión de una nueva ciudadanía crítica que contribuya al debate académico y a la formulación de políticas educativas que promuevan una educación inclusiva y de calidad desde la llamada escuela esquizoanalítica.
En este sentido, se hace importante reconocer que lo esquizo trabajado a continuación no es en el sentido clínico del esquizofrénico como enfermo mental, sino en el sentido deleuziano, es decir, como “la universal producción primaria realidad esencial del hombre y la naturaleza” (Sánchez, 2007, p. 278). Para lograr este propósito, el artículo se dividirá en apartados como: “de la escuela tradicional a la escuela de lo esquizo”; “la docilización de lo esquizo en la escuela”, y “hacia una escuela esquizoanalítica”. Por último, se presentan algunas consideraciones y conclusiones.
Metodología
El método que guía esta reflexión se fundamenta en el método planteado por el filósofo francés Jacques Derrida (1981), quien propone desentrañar las jerarquías y las oposiciones en el pensamiento a partir del lenguaje. Para ello, se exploran y se analizan conceptos y palabras que se relacionen en el discurso como una red de significantes, especialmente al despojar el lenguaje de las estructuras del poder que construyen una posverdad y develan una posibilidad humana para la paz. Dicho método dará la posibilidad de realizar una crítica deconstructiva de los antiguos regímenes o las pedagogías educativas que buscan docilizar el cuerpo desde el tradicionalismo educativo. Por este motivo, se afirma:
La deconstrucción no tiene un sentido o un alcance, no es una operación. No tiene lugar. Es lo que, por principio, no llega, no puede llegar, nunca llega. Es lo que no tiene llegada. Pero no llega de manera positiva. Por ejemplo, no se lleva a cabo. Llega sin llegar, sin llegar a ninguna parte. Se plantea así no como anulación de un porvenir, sino, desde siempre, como no llegada, como neutralización de la llegada, sin promesa, sin porvenir. Por ejemplo, es aquello que no deja que llegue. Es un espaciamiento mismo. Es lo que descompone, lo que suspende todo llegar. Es lo que devuelve imposible la llegada de cualquier cosa que podría venir, a partir del momento en que llegar tiene un sentido positivo, en el momento en que la llegada está determinada como el acontecimiento de un porvenir. Es lo que hace irrecusablemente que no llegue, ya, ahora, absolutamente, viniendo. (Derrida, 1981, p. 15)
La deconstrucción se apoya a su vez en la metodología presentada por Deleuze y Guattari (2004b), quienes proponen en el texto Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia un análisis basado en el concepto de rizoma, el cual
tiene formas muy diversas, desde su extensión superficial ramificada en todos los sentidos hasta sus concreciones en bulbos y tubérculos: cuando las ratas corren unas por encima de otras. En un rizoma hay lo mejor y lo peor: la patata y la grama, la mala hierba. Animal y planta. (p. 12)
Dicho rizoma tiene su origen en la biología, referida en especial a aquellas plantas que no tienen un origen único ni una estructura delineada o estricta. Al no tener un origen exclusivo, estas plantas crecen de manera múltiple, incluso desde cualquier punto de su tallo podría haber crecimientos o líneas nuevos; el rizoma no es por lo tanto una estructura con un único nacimiento, sino que allí se dan nuevas líneas de conocimiento. En este sentido, este proyecto debe realizar un análisis y una conexión interdisciplinar entre filosofía y psicoanálisis para extraer de lo oculto las posibilidades de la paz desde la condición humana y sin tener pretensiones previas. Así, es importante dejar que la misma investigación rizomática conduzca hacia nuevas líneas que arrojen un resultado positivo en la construcción de nuevos sujetos pacíficos.
A su vez, el rizoma responde a cuatro principios según los filósofos, estos son: “de conexión y de heterogeneidad: cualquier punto del rizoma puede ser conectado con cualquier otro, y debe serlo” (Deleuze, 2004b, p. 13), ambos asuntos que implican la conexión interdisciplinar de esta investigación. Además, un tercer principio se conoce como multiplicidad; al respecto: “En un rizoma no hay puntos o posiciones, como ocurre en una estructura, un árbol, una raíz. En un rizoma sólo hay líneas” (Deleuze, 2004b, p. 14). Esta cuestión remite a la creación de nuevas líneas de pensamiento como producto del último y cuarto principio: “Principio de ruptura asignificante: frente a los cortes excesivamente significantes que separan las estructuras o atraviesan una. Un rizoma puede ser roto, interrumpido en cualquier parte, pero siempre recomienza según esta o aquella de sus líneas, y según otras” (Deleuze, 2004b, p. 15). La investigación pretende dejar una nueva ruta para la comprensión del sujeto escolar, especialmente en la potencia de la paz en el entorno escolar.
Deleuze y Guattari también comparan el rizoma con el concepto animal de las madrigueras, sobre todo aquellas que no tienen estructuras lineales sino que tienen intersecciones creadas a partir de las necesidades de los animales, es decir, la necesidad del movimiento o del recorrido ofrecen la posibilidad de que surjan nuevas líneas. Se trata por lo tanto de puntos de encuentro creados a partir de un único origen, pero que generan nuevos recorridos. Esto es interesante, ya que para Deleuze estas nuevas líneas deben de estar necesariamente conectadas en algún punto las unas a las otras; por esto menciona: “Un rizoma no cesaría de conectar eslabones semióticos, organizaciones de poder, circunstancias relacionadas con las artes, las ciencias, las luchas sociales” (Deleuze, 2004b, p. 13).
Hay que considerar que el rizoma no es una estructura caótica o desordenada, ya que allí no hay fragmentación ni rompimiento con la tradición u origen del conocimiento, es decir, lo que aparece allí como orden es el rizoma en cuanto a interrelación. En este sentido, este método de investigación es una crítica a todas aquellas posturas únicas, rigurosas y lineales, especialmente las que anulan el conocimiento creativo, transgresor y único. Por ende, este trabajo permite la generación de nuevas líneas de conocimiento, únicas e irrepetibles, propia de la subjetividad hablante y pensante. Al combinar estos métodos, la apuesta puede obtener una comprensión más completa y detallada de la problemática de la violencia en el entorno escolar, pues se enfoca en la construcción de los aportes que desde el esquizoanalísis se puede dar a la pedagogía, en concreto para forjar sujetos pacíficos en el ámbito escolar.
Al tratarse de una investigación cualitativa con enfoque desde la “deconstrucción rizomática”, se utilizará el enfoque analítico desde la llamada “conversación psicoanalítica”. Esta consiste en un proceso conversacional que se lleva a cabo de manera aparentemente natural. Para Brito (2004), se trata de una charla cotidiana en la que se parte de la ignorancia del saber para arribar a la creación y a la invención; es un espacio donde confluye la improvisación, puesto que no se busca seguir ninguna entrevista realizada previamente, sino dar lugar a lo nuevo que manifiesta el sujeto. Así, se analizan estrategias que contribuyan a una nueva era de paz y una nueva ciudadanía que viva en armonía.
De la escuela tradicional a la escuela de lo esquizo
Expertos como Cajiao (1994) y Parra & Castañeda (2014) afirman que la llamada educación tradicional ha sido un pilar fundamental en la formación de generaciones pasadas; sin embargo, sus enfoques y métodos deben variar, puesto que al parecer, en la actualidad, la educación continúa rigiéndose por parámetros y reglas de disciplina heredados de la inquisición reinante en la Edad Media. Estas tendencias se entrelazan con métodos que relacionan la tecnología y los avances de la ciencia con viejas usanzas como el castigo, la normatividad excesiva, el aprendizaje por vías de la memoria y la repetición. Así, el saber ostentado solo le pertenece al maestro. Estas prácticas buscan lo que en palabras de Foucault se denomina la docilización del cuerpo, es decir, “docilidad que une al cuerpo analizable al cuerpo manipulable. Es dócil un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado, que puede ser trasformado y perfeccionado” (Foucault, 2002, p. 83).
Según Hur (2020), la educación siempre ha estado al servicio del poder, lo cual reafirma la tesis foucaultiana de la dupla inseparable entre saber-poder. Por ello:
La creación de la educación en tanto institución sirvió como instrumento de poder para que un grupo social pudiese agenciar regímenes de fuerzas ante a las élites de la época, sea el Imperio, la nobleza, o principalmente, la Iglesia. La institución-educación se convirtió en un dispositivo que ha entrado y participa en las disputas y juegos del poder. (p. 3)
Es por esto que Foucault (1979) afirma que el poder produce un saber, mas no el saber —en el sentido absolutista—. Se trata de un saber sobre el cuerpo basado en teorías militares y escolares (p. 107); de esta manera, el saber impartido en las escuelas responde directamente a la intencionalidad de un poder, mas no atiende al saber del inconsciente que sustenta cada sujeto.
Es así como la educación pasa a ser institución y se aleja de la mirada clásica griega de la psicagogia. La educación se aleja del alma y pasa al cuerpo para no enriquecer la axiología del hogar (oikos), sino que logra la disciplina y la obediencia ciega; en otras palabras, la educación favorece al cuerpo en función de la obediencia a un poder. Cajiao (2001) aborda de manera crítica la influencia de la educación tradicional en la formación de los individuos, especialmente en lo que respecta a la disciplina del cuerpo, pues menciona que para moldear el cuerpo de los estudiantes a las normas y estructuras establecidas por la sociedad se emplean mecanismos tradicionales, como la infalibilidad del maestro, la citación de padres de familia, las anotaciones o en otros casos la medicación.
Sin embargo, de acuerdo con el mismo Cajiao (2001), la educación actual debe dar un viraje esencial donde se pase de ver al maestro como depositario del conocimiento, encargado de transmitirlo de manera unidireccional, hacia un sistema más abierto, orientado al verdadero saber, en el que lo que importante sea el criticismo en el procesamiento de la información. En ese sentido, “el sistema escolar y universitario tiene que dar un viraje fundamental, pasando de ser el centro por excelencia donde se encuentra la información a ser el centro por excelencia donde se procesa información adquirida en fuentes sociales muy extensas y variadas” (Cajiao, 2001, p. 29).
Esta nueva visión de lo que debe ser la escuela actual como procesadora de información se ve apoyada por la noción de que a la escuela ya no asisten estudiantes vacíos, ignorantes, dignos de ser completados, o sujetos en falta; allí aparecen seres brillantes, permeados por el conocimiento y atravesados por la hiperinformación. En palabras de Byung Chul Han (2022), son sujetos del régimen de la información3, quienes se encuentran disciplinados para consumir; de ahí que la obediencia actual pasa por el consumo exagerado y vertiginoso. “El régimen de la información está acoplado al capitalismo de la información, que hoy deviene en un capitalismo de la vigilancia y que degrada a las personas a la condición de datos y ganado consumidor” (Han, 2022, p. 9). Al respecto, Cajiao señala: “el problema del mundo premoderno era la carencia; el del mundo contemporáneo es el exceso” (2001, p. 29). En últimas, se trata del exceso en el consumo.
En la educación tradicional, la disciplina del cuerpo ha sido un aspecto central para mantener el orden y la autoridad en las aulas. Todavía hoy se buscan métodos para obligar a la obediencia al proliferar en las escuelas los procesos por disciplina negativa o envíos a coordinación o rectoría por cuestiones de mal comportamiento, pues este es el mecanismo regulatorio más usual para fomentar el orden. Este es un mecanismo del poder encabezado por docentes y directivos, quienes siguen interesados en la docilización del cuerpo. Según Han:
El poder disciplinario penetra en las vías nerviosas y en las fibras musculares, y convierte una pasta informe, un cuerpo inepto en una máquina. Fábrica de cuerpos dóciles: Es dócil un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado, que puede ser transformado y perfeccionado. Los cuerpos dóciles no son portadores de datos e información, sino portadores de energías. En el régimen de la disciplina, los seres humanos son entrenados para convertirse en ganado laboral. (2022, p. 10)
En concepto de Parra & Castañeda (2014), los acuerdos y tratados en los que se inscribe la educación actual buscan imponer una evaluación por “competencias”, las cuales se convierten en modernizadores precarios que transmiten lo formal, pero son insuficientes para la transformación de la realidad y más aún para la calidad educativa. En consecuencia, se trata de una escuela que se actualiza pero que no se moderniza. La docilización pasa a ser entonces una competencia para el capitalismo actual, es decir para ser agente de consumo.
Toda esta idea vigente de docilizar para el consumo se ve exacerbada por la constante idea educativa de vincularse a tratados internacionales, como el Tratado de Bolonia, el cual busca desde la autorización internacional crear un sistema de convalidación de títulos, para así fomentar la investigación profesoral y la movilidad de estudiantes a fin de ser catalogados como “competentes” en un quehacer determinado. Sobre esto, Parra & Castañeda (2014) anotan:
La relación entre lo internacional y lo nacional se expresa en la financiación de proyectos y en las “olas” de política y teorías educativas generadas, las primeras principalmente por organismos internacionales y las segundas por intelectuales y académicos de los países modernos. (p. 87)
Pese al intento de modernizar la educación a través de competencias, en las aulas dicha situación se torna paradójica, puesto que se busca evaluar con base en las capacidades y, a su vez, se mantiene el antiguo esquema de la nota cuantitativa. Esta incoherencia es sinónimo de molestia en las escuelas, ya que los postulados teóricos y la realidad son distintos. Parra & Castañeda califican esta situación como esquizofrenia institucional, pues aseguran que “estas olas de políticas y de teorías son asumidas por las entidades nacionales, sin haber sido sujetas a un proceso previo de evaluación y adaptación a las circunstancias de la Modernidad y de la diversidad cultural de la sociedad colombiana” (2014, p. 87).
Emerge el concepto de la esquizofrenia como aquello que genera incomodidad, molestia o se que escapa de control. Así, al no ser comprendido, se clasifica en el orden de lo esquizo; en otras palabras, existe una incoherencia entre la teoría pedagógica y la realidad educativa, la cual utiliza mecanismos de docilización para que el sujeto sea sumiso y obediente a las fuerzas del saber-poder. Por este motivo, es necesario profundizar y pensar qué es lo esquizo en la escuela, con el objetivo final de construir una propuesta que lleve a repensar lo educativo desde un ámbito distinto al tradicional.
La docilización de lo esquizo en la escuela
Se ha mencionado antes cómo en la educación actual emergen diversos discursos internacionales que intentan parametrizar lo educativo a partir de pruebas, metodologías o competencias, las cuales buscan regularizar, normalizar u homogeneizar la educación de múltiples maneras y según parámetros alejados de la propia realidad. Dichos acuerdos buscan actualizar la educación y alejarla de su tradicionalismo; no obstante, y como se pretende demostrar, la educación vinculada al régimen de la información que propende al capitalismo ejerce una fuerza descomunal hacia el cuerpo del individuo, el cual ha sido definido por Foucault como un objeto: “el cuerpo constituye el objeto de intereses tan imperiosos y tan apremiantes; en toda sociedad, el cuerpo queda prendido en el interior de poderes muy ceñidos, que le imponen coacciones, interdicciones u obligaciones” (Foucault, 2002, p. 83).
El cuerpo del estudiante es ahora el escenario de una descomunal batalla con relación al ejercicio del poder. Quien domine los cuerpos poseerá poder; quien obedezca o se acople será “exitoso” en lo educativo. Al respecto, Foucault sostiene: “El cuerpo se ha convertido en el centro de una lucha entre los niños y los padres, entre el niño y las instancias de control” (1979, p. 105). De esta manera, el cuerpo se convierte en una de las piezas más importantes y esenciales de quien pretende ostentar el poder.
Quien transgreda al poder desde su cuerpo debe ser llevado al orden, y desde la tradicionalidad educativa se implementan mecanismos como: llamado de padres de familia, anotación, citación a coordinación, expulsiones o, en algunos casos, remisión a consultas médicas para posteriores diagnósticos. De acuerdo con Foucault (2002), las instituciones como la escuela utilizan estrategias de poder para regular el comportamiento humano, es decir, para moldear el cuerpo. Por ello, Foucault dice:
En las escuelas elementales, el recorte del tiempo se hace cada vez más sutil; las actividades se hallan ceñidas cada vez más por órdenes a las que hay que responder inmediatamente: “al último toque de la hora, un alumno hará sonar la campana y a la primera campanada todos los escolares se pondrán de rodillas, con los brazos cruzados y los ojos bajos”. (2002, p. 91)
Es claro que en la educación se ha desestimado y cuestionado el uso de castigos físicos y emocionales en contra del cuerpo del niño o estudiante, al punto que la ley lo ampara y lo protege. Sin embargo, ahora se usan métodos de dominio pasivos como el control del tiempo, el uniforme establecido, la presentación de pruebas y la obligatoriedad de pasar las evaluaciones cuantitativas para “ganar el año”; así, el éxito académico es de quien docilice su cuerpo.
Dichas obligaciones se tornan en practicas de dominio, al punto que el poder pretende domeñar no solo el cuerpo, sino también el deseo del cuerpo. Es importante entender que la postura antropológica presente en este texto se basa y está vinculada con la comprensión psicoanalítica freudiana, la cual introduce la idea de un cuerpo atravesado por el campo pulsional —trieb, en alemán—. Al respecto, Freud argumenta que
la pulsión, en cambio, no actúa como una fuerza de choque momentánea, sino siempre como una fuerza constante. Puesto que no ataca desde afuera, sino desde el interior del cuerpo, una huida de nada puede valer contra ella. Será mejor que llamemos “necesidad” al estímulo pulsional; lo que cancela esta necesidad es la “satisfacción”. (Freud, 1979, p. 114)
Esta pulsión o fuerza incesante busca la satisfacción continua y el cuerpo es su medio para lograrlo. Esta fuerza psíquica nunca podrá satisfacerse plenamente, solo es posible sublimar dicha energía en creación artística, capacidad investigativa, deportiva o en otras actividades culturales. En palabras de Rolón (2023):
La pulsión nace en el cuerpo e impacta en la psiquis, donde genera una tensión que no desaparece nunca. Con eso debemos batallar. Esto somos. Seres recorridos por una energía que de manera permanente nos impone un esfuerzo psíquico y físico para encontrar algo de tranquilidad. Es un trabajo agotador. Cuesta hallar la paz. Por eso no extraña que muchas personas consideren que felicidad y paz son sinónimos. Sin embargo, sabemos que ese estado de calma tan anhelado no puede sostenerse demasiado tiempo. (p. 105)
Entonces, este sujeto asimilado como ser pulsional está impedido para la obediencia ciega y está limitado para la docilidad, puesto que busca simplemente su satisfacción. Así, aparece el cuerpo como el escenario de un conflicto entre el deseo y las fuerzas del poder; esta situación es evidente en la escuela, donde se encuentran algunos individuos incorregibles, ingobernables y, en otros casos, impedidos para actuar en contra de su propio deseo, lo cual da como resultado una frustración docente y unas dificultades de aprendizaje.
Al comprender lo anterior, el poder pretende captar y dominar el cuerpo a través de la vía de la ocupación:
El dominio, la conciencia de su cuerpo no han podido ser adquiridos más que por el efecto de la ocupación del cuerpo por el poder: la gimnasia, los ejercicios, el desarrollo muscular, la desnudez, la exaltación del cuerpo bello […] todo está en la línea que conduce al deseo del propio cuerpo mediante un trabajo insistente, obstinado, meticuloso que el poder ha ejercido sobre el cuerpo de los niños, de los soldados, sobre el cuerpo sano. (Foucault, 1979, p. 104)
La ocupación busca dejar sin espacio a lo subjetivo, ya que resulta peligroso para ciertos intereses, por lo que se puede llamar como “loco” o “esquizo” a quien actúa siguiendo su propio criterio o quien domina su propio tiempo, al punto que aquel que no se adapta a lo cultural o socialmente establecido es alejado, condicionado, castigado o sometido por ser agente extraño. Un ejemplo de esto es presentado por Foucault (2002):
El empleo del tiempo es una vieja herencia. Las comunidades monásticas habían sin duda sugerido su modelo estricto. Rápidamente se difundió. Sus tres grandes procedimientos —establecer ritmos, obligar a ocupaciones determinadas, regular los ciclos de repetición— coincidieron muy pronto en los colegios, los talleres y los hospitales. A las nuevas disciplinas no les ha costado trabajo alojarse en el interior de los esquemas antiguos; las casas de educación y los establecimientos de asistencia prolongaban la vida y la regularidad de los conventos, de los que con frecuencia eran anejos. (p. 90)
En este punto es importante profundizar sobre lo que significa lo esquizo en la historia. Para ello, hay que acudir a Foucault (1986) y Moreno (2016), autores que en sus textos han realizado un recorrido por el concepto de la locura y en las que afirman que para los antiguos esta era obra de los dioses como forma de castigo o venganza. Esta idea resultó similar en la Edad Media, cuando se creía que la locura era producto de la posesión demoniaca o de brujería, por lo que consideraban que la cura pasaba por el exorcismo, la tortura o la muerte. En la Modernidad, al seguir la asistencia cristiana, se crearon los hospitales mentales, las cárceles y las escuelas con el fin de aislar para mantener el orden y la tranquilidad pública. Fue Philippe Pinel quien se encargó de transformar la mirada respecto a la locura, al considerarla como un desarreglo en las funciones cerebrales con causas orgánicas, hereditarias y morales. A partir de este momento se desplegaron diversas teorías sobre la también llamada psicosis.
En este punto, se pueden considerar las posturas propuestas por los psicoanalistas Sigmund Freud (1901) y Jacques Lacan (1984), así como el pensamiento de los filósofos Deleuze y Guattari (2004a). Para el primero, el loco es quien está por fuera del lazo social o del orden simbólico, lo que resulta de ello la desvinculación a toda estructura ordenada y castrante, ya que en la estructura natural un significante debe remitir a otro, asociándose a lo psíquico. Como consecuencia, aparece el lenguaje instaurado dentro del orden social. Al respecto, Lacan precisa:
El fundamento mismo de la estructura paranoica es que el sujeto comprendió algo que él formula, a saber, que algo adquirió forma de palabra, y le habla. Nadie, obviamente, duda de que sea un ser fantasmático, ni siquiera él, pues siempre está en posición de admitir el carácter perfectamente ambiguo de la fuente de las palabras que se le dirigen. El paranoico testimonia acerca de la estructura de ese ser que habla al sujeto. (1984, p. 26)
Así que para Lacan la esquizofrenia o la paranoia es comprendida como una falencia en el registro de lo simbólico, es una falla en la función del Nombre del Padre, lo que impide que el sujeto logre integrarse a cualquier estructura simbólica. Por lo tanto, se genera un colapso entre la realidad y el lenguaje, ya que se anula por completo la regulación cultural y aparece únicamente el deseo de gozar. Por este motivo, Moreno (2016) afirma:
En lugar del significante del Nombre del Padre se instala una muleta de la metáfora paterna, lo que constituye el delirio. Se puede decir que no hay castración en el psicótico y que hay una afectación en la sexualidad en dos vías: la ausencia de significación fálica y la presencia de un goce ilimitado. (p. 55)
En la actualidad, esta continúa siendo la visión psicoanalítica frente al tema de la esquizofrenia, similar a la idea de la psiquiatría tradicional. Por esto, Deleuze y Guattari (2004a) afirman que “Freud se mantiene grato por la psiquiatría tradicional” y “la idea de que la locura está fundamentalmente vinculada a la pérdida de la realidad”, a una “disociación” y a un autismo” (Deleuze, 2004a, p. 168). Pero para estos filósofos no se trata simplemente de disgregación, sino que a modo de crítica consideran que “el esquizo no sufre de un Yo dividido o un Edipo destrozado, mas, al revés, sufre por ser reconducido a todo eso que dejó” (Deleuze, 2004a, p. 168). En este sentido, lo esquizo aparece como una reconducción de parte del poder hacia la edipización del sujeto.
Para el psicoanálisis, el loco no permite castración, es decir, regulación cultural, y cuando aparece en la escuela algo por fuera del orden simbólico y del lenguaje se emiten juicios tendenciosos que llevan a considerar que el inadaptado es “loco”. Como remedio, debe ser enviado al tratamiento con discursos médicos vinculados al positivismo y que, como consecuencia, llevan al diagnóstico o a la medicación.
Según Foucault (1979), la medicina juega un papel vinculado al ejercicio del poder, en el cual se pretende dominar e instaurar discursos de control al catalogar a unos como locos, enfermos o criminales, todo ello siguiendo los intereses del poder (p. 110). Esta idea es compartida por Han (2021), quien cree que la medicina es la encargada de prolongar el placer al evitar el malestar del enfermo; o en palabras de Deleuze:
Es evidente que cosas tan diferentes como el monopolio o la especialización de la mayoría de los conocimientos médicos […] no responden a ninguna necesidad tecnológica, sino tan sólo a imperativos económicos y políticos que se proponen concentrar poder y control en las manos de una clase dominante. (Deleuze, 2004a, p. 407)
Desde esta óptica, podremos evidenciar como la dupla capitalismo-medicina ha imbricado las estructuras del poder, al punto de hablarse de la medicina al servicio del capital, entendiendo capital como necesidad de consumo. En los términos de Foucault, se trata de biopolítica, aspecto que implica entender que la cura médica es postergada en función del consumo; por este motivo, arguye Foucault: “El cuerpo es una realidad biopolítica, la medicina una estrategia biopolítica” (1999, p. 366). Así pues, la docilización del cuerpo esquizo debe pasar necesariamente por la implementación médica, la cual actúa como mecanismo disciplinatorio.
El cuerpo es comprendido como una estructura orgánica para el servicio del poder, y la medicina es la encargada de optimizar, regular o postergar la vida en función de la sumisión al poder. De ahí emerge el cuidado y la prevención como pretextos biopolíticos de control social. Es por esto que Martínez & Ochoa (2017) sostienen:
El disciplinamiento del cuerpo se convierte, entonces, en factor fundamental para la emergencia y funcionamiento del capitalismo tal como lo conocemos ahora [...]. La disociación del poder del cuerpo garantiza productividad y obediencia cuando las técnicas de poder ejercidas encauzan la potencia corporal en un circuito de relaciones directamente proporcionales; a mayor productividad, mayor obediencia y viceversa. (p. 38).
Por su parte, y como ya se ha adelantado, Deleuze y Guattari (2004a) presentan una visión crítica y transgresora respecto a la esquizofrenia, al considerarla no solo como una patología clínica sino más bien como una fuerza subversiva contra las estructuras represivas de la sociedad capitalista. En este sentido, la esquizofrenia es propia de seres que desobedecen al poder; esquizo es aquel que domina su propio cuerpo, es “el productor universal” (Deleuze, 2004a, p.16) y es amo de su deseo, ya que su anhelo es producto de sí y no de una imposición social del poder.
La visión de Deleuze y Guattari es opuesta a la presentada por el psicoanálisis lacaniano, mientras los psicoanalistas asumen al esquizo como aquel que está imposibilitado para vincularse al discurso del padre, referido incluso a una problemática familiarista. Los filósofos hacen una crítica profunda al psicoanálisis por intentar edipizar todo el discurso al recurrir a posturas familiaristas para comprender la estructura del aparato psíquico, pues asimismo ponen de relieve la importancia de la castración simbólica en la entronización del sujeto en la vida social. Para Deleuze y Guattari, hay un reduccionismo al tema de la esquizofrenia al limitarlo a un simple drama familiar. “Así es cómo ocurre el intento del dúo de esquizofrenizar el psicoanálisis, rompiendo principalmente con la universalización de Edipo en la producción del inconsciente y del deseo” (Salazar, 2020, p. 78).
Por este motivo, los filósofos proponen el concepto de máquinas deseantes, pues “son máquinas binarias, de regla binaria o de régimen asociativo; una máquina siempre va acoplada a otra” (Deleuze, 2004a, p. 14). Dichas máquinas tienen una visión nueva con respecto al complejo funcionamiento del deseo, ya que no se comprende como algo aislado, peligroso, digno de ser regulado, controlado o medicalizado, sino como una fuerza productiva y creativa puesto que el deseo siempre es deseo de algo. La esquizofrenia sería en este caso una línea de fuga del deseo que permite escapar al discurso de la castración. Así:
El esquizo, al contrario, va en la otra dirección, la de la microfísica, de las moléculas en tanto que ya no obedecen a las leyes estadísticas; ondas y corpúsculos, flujos y objetos parciales que ya no son tributarios de los grandes números, líneas de fuga infinitesimales en lugar de las perspectivas de grandes conjuntos. (Deleuze, 2004a, p. 289)
Esta fuga del deseo se convierte en una nueva forma de resistencia al poder, así que ser máquina deseante es resistir y acudir a otros lugares. Por esto, Deleuze y Guattari proponen el concepto de desterritorialización para narrar aquellos procesos que marcan una ruptura con aquellas normas contenedoras del deseo. Ahora bien, podríamos preguntarnos tal como lo hace Deleuze: “¿Qué es esta fuga?” (2024a, p. 332). Este cuestionamiento nos permite reconocer que la propuesta filosófica fundamental consiste en huir de los falsos refugios o de aquellos territorios “seguros”, como las patrias, las religiones, las morales, dado que estos lugares, los también nombrados como “los más miserables del mundo” (p. 291), desubican al sujeto de su relación con el deseo al redirigirlo hacia el poder.
Se propone, por lo tanto, un “proceso esquizofrénico, puro proceso esquizofrénico de desterritorialización” (Deleuze, 2004a, p. 291) que lleve a nuevos escenarios donde la máquina deseante produzca y elabore nuevos saberes. Este proceso será llamado esquizoanálisis, el cual reivindica el papel del cuerpo ya no sometido al poder, sino nombrado cuerpo sin órganos (CsO). Deleuze (2006) analiza cómo el sistema económico imperante en la actualidad modula el cuerpo para hacerlo controlable, por lo que emplea la metáfora de los “órganos” como aquello que hace que funcione el organismo; se trata en este caso de un cuerpo con órganos (CcO) distinto al CsO. Este CcO está al servicio de la productividad, pues entiende al ser humano como un sujeto instrumentalizado y sometido al poder y en el que cada órgano cumple un papel y una función determinada.
Será en el texto de Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia (Deleuze & Guattari, 2004b) donde se comprenda el CsO como un conjunto de prácticas que tienden a liberar al organismo (al cuerpo) de las posturas impuestas que agobian al deseo, tornándose esta tarea como un ejercicio de desestratificación. El CsO desea, ya no está preocupado por la productividad de agentes externos, sino que busca ser productivo para sí. En este sentido se forja el concepto de máquina deseante, un CsO que produce su deseo; es un engranaje que produce nuevas realidades. Siguiendo esta línea, se afirma que el CsO es un proceso que lleva a lo esquizo, asunto que no es comprendido como la mera enfermedad psiquiátrica, sino como la producción de una nueva subjetividad resistente y creativa. Al respecto, Salazar argumenta:
Deleuze y Guattari marcan la diferencia entre la entidad clínica de la esquizofrenia y su proceso, el proceso esquizofrénico, por así decirlo. Conciben la esquizofrenia como un concepto propio de la producción de la subjetividad en sí. Máquinas esquizofrénicas que son deseantes, cuerpos sin órganos que son esquizos. (2020, p. 78)
Para concluir, hay una diferencia fundamental entre el psicoanálisis y la postura de Deleuze y Guattari frente a lo esquizo. Mientras Lacan ve la esquizofrenia como una ruptura en la estructura simbólica que conduce a la desorganización del sujeto, Deleuze y Guattari la consideran una fuerza desestructurante que desafía y subvierte el orden establecido. En lugar de un fallo en la estructura simbólica, la esquizofrenia es vista como una práctica de “desterritorialización”, un término que Deleuze utiliza para describir la ruptura de las estructuras territoriales y las líneas de segmentaridad que regulan la vida y el deseo en la sociedad capitalista.
No obstante, ambas corrientes coinciden en que el capitalismo utiliza la medicina como mecanismo para docilizar el cuerpo, no solo para mantener una fuerza sumisa y obediente, sino también para perpetuar y extender sus mecanismos de control, por lo que la medicina se convierte en una auxiliar del poder. Este discurso se hace presente en las escuelas, donde prolifera y crece la medicalización con la intención de apaciguar y aquietar al sujeto rebelde.
Hacia una escuela esquizoanalítica
Con base en lo anterior, es posible afirmar que en la escuela actual nos topamos con individuos cuyo cuerpo está siendo docilizado de múltiples maneras, entre ellas, la medicalización, como lo afirma Foucault (1979):
Los avances de la medicina, la medicalización general del comportamiento, de las conductas, de los discursos, de los deseos, etc., tienen lugar en el frente en el que se encuentran los dos planos heterogéneos de la disciplina y de la soberanía. (p. 152)
La medicalización y la exagerada farmacología se vinculan a la mecánica disciplinaria y de control, pues son un intento del poder por dominar todo sin dejar lugar a lo subjetivo, especializándose en el control de lo esquizo, o sea, en aquello que se escapa de manejo o de regulación. Deleuze (2006) menciona que las instituciones o centros de encierro como la cárcel, escuela, fabrica, hospital o familia pasan en la actualidad por una crisis profunda e interior; ejemplo de ello es el continuo e incesante intento de reformarlas. La crisis educativa pasa por aquello que supera lo formativo: algunos estudiantes rebeldes o incontrolables que socaban la paciencia del maestro y cuestionan constantemente las nuevas metodologías del aprendizaje, o estudiantes que alzan su voz de manera incesante clamando ser escuchados, son los sujetos del malestar que expresan frases como: “siempre lo mismo”, “tanto por hacer”, “qué pereza saber esto”, o también “sé más que ese profesor”. Para los directivos o docentes, este es el estudiante tildado de grosero, insoportable o, en palabras de Deleuze y Guattari, es el esquizo.
Pese a estas situaciones, no estamos de acuerdo con esta afirmación foucaultiana: “todos saben que, a un plazo más o menos largo, estas instituciones están acabadas” (Deleuze, 2006, p. 5). Para este filósofo francés, el poder solo pretende gestionar la agonía de las instituciones manteniendo ocupada a la gente; sin embargo, en el presente artículo se piensa en lo vital que es la escuela para la construcción de una sociedad más justa e igualitaria, como también en su importancia para la conformación de nuevas ciudadanías conscientes, pacíficas, creativas y resistentes.
Para Deleuze y Guattari (2004a), este movimiento subjetivo se denomina como esquizoanálisis, una práctica desarrollada como crítica al psicoanálisis tradicional. Este enfoque es presentado en el texto El Antiedipo: capitalismo y esquizofrenia, en el cual se propone una liberación del deseo, pues ya no es comprendido como una falta o carencia que busca ser completada al modo edípico, sino más bien es entendida como una fuerza creativa, artística, productiva y en constante movimiento. El esquizoanálisis es un proceso creativo que huye de la homogeneización o unificación; es un proceso particular, único y subjetivizante.
Mientras que el esquizoanálisis propone la desterritorialización del deseo, es decir, hallar nuevos lugares y caminos que permitan explotar el deseo enfocado hacia el aprendizaje y la creatividad, hablamos en esta ocasión de un nuevo lugar, o sea desterritorializamos el discurso deleuziano para llevarlo a la escuela. Proponemos, por ende, una escuela esquizoanalítica en la que nos alejamos de prácticas totalitarias, únicas y deterministas de la escuela para dar lugar especialmente a la creatividad, al ingenio, a la construcción de un saber personal, único y libre. Dicha desterritorialización implica una liberación de las fuerzas opresoras del deseo, lo cual conduce a nuevas formas de actuar conforme al deseo. Por esto, Deleuze y Guattari (2004a) afirman:
El último residuo de un socius desterritorializado es el cuerpo sin órganos. El problema del socius siempre ha sido éste: codificar los flujos del deseo, inscribirlos, registrarlos, lograr que ningún flujo fluya si no está canalizado, taponado, regulado. Cuando la máquina territorial primitiva ya no bastó, la máquina despótica instauró una especie de sobrecodificación. Sin embargo, la máquina capitalista, en tanto que se establece sobre las ruinas más o menos lejanas de un Estado despótico, se encuentra en una situación por completo nueva: la descodificación y la desterritorialización de los flujos. (p. 39)
Es así como la escuela, pensada desde el esquizoanálisis, debe ser escenario del deseo, en donde la centralidad del discurso busque la construcción de cuerpos sin órganos (CsO), de máquinas deseantes y no lugar de opresión. La escuela debe favorecer e impulsar los actos del deseo, debe ser lugar de liberación y resistencia creativa.
El pensador Videla (2020) presenta, basado en las nociones deleuzianas, la idea de una enseñanza artística que opere en los cuerpos de los sujetos de las sociedades capitalistas al modo esquizoanálitico. Como consecuencia, es ideal que estos seres humanos formen “cuerpos en resistencia; cuerpos desposeídos que agencian la posibilidad de una ‘política performativa’. Un cuerpo que ha rebasado su carga semántica, posicionándose como proceso de interrupción: un no-lugar que, precisamente, da lugar performativamente a su lugar” (Videla, 2020, p. 2).
En este sentido, la escuela esquizoanálitica expuesta en el presente artículo busca la formación de un nuevo sujeto y ciudadano, un agente que se reconozca como un ser del deseo, más allá de su ser productivo, que asuma su propio sentir, que se haga cargo de su padecimiento y que resista a los juegos del poder. En palabras de David Le Breton:
La finalidad no es la adquisición de una cantidad de saber, sino la indicación de un saber-ser: un saber-sentir, un saber-degustar el mundo, etc., una apertura del sentido y de los sentidos en la cual el alumno mismo se convierte en artesano. (2010, p. 29)
Es una escuela en donde el saber académico no ocupa el lugar de privilegio, sino que la prioridad la tiene el saber del inconsciente. En este sentido:
Lacan al conocimiento lo ubica entre lo imaginario y simbólico […]. El saber es concebido entre lo simbólico y lo real, queda sujeto al orden significante y, a su vez, su dimensión de real presupone lo inabordable e indecible. Habrá saber que no se sabe, saber desconocido, dimensión de ignorancia, de no comprensión, que podrá abrir las puertas de la interrogación y la indagación, del deseo. (Elgarte, 2009, p. 325)
A diferencia del psicoanálisis, en el esquizoanálisis no se requiere la presencia de un analista como intérprete de actos fallidos inconscientes o significantes lingüísticos, sino que aparece la imagen de un maestro acompañante que participe de un taller de creación y co-creación. Este orientador ayuda a construir nuevas formas de saber en pro de la satisfacción del deseo y no en su contra. El maestro, con su saber, encausará el deseo a favor de lo cultural, por lo que apostará por un taller o una clase de lo esquizo, ya que toda posibilidad del discurso debe estar dirigido hacia la creación de sujetos autónomos y libres. Deleuze es claro en este sentido: “Al contrario del psicoanálisis, que cae en la trampa haciendo caer al inconsciente en su trampa, el esquizoanálisis sigue las líneas de fuga y los índices maquínicos hasta las máquinas deseantes” (2004a, p. 350). Dichas líneas de fuga deben ser seguidas en la escuela, en donde lo fundamental no es la rúbrica, la evaluación cuantitativa o el informe; el elemento crucial es lo concerniente al deseo.
Para el psicoanalista argentino Gabriel Rolón (2023), el seguimiento del deseo llevará a experimentar algo de la felicidad, mientras que “cuando el deseo se degrada y se convierte en una obligación se pierde la posibilidad de alcanzar el placer y lo único que logramos, con suerte, es cumplir un mandato y acallar por un instante el deseo del Otro” (p. 148). Es decir, huir de todo deseo causa malestar, incomodidad o sufrimiento, por lo que la labor del esquizoanálisis consiste en alcanzar el conocimiento del deseo para cumplir lo que sea posible cumplir.
Se debe por ende mencionar que el sujeto central del esquizoanálisis no es un rebelde per se, es un sujeto resistente, consciente y liberado. No obstante, a este sujeto se le ha comparado con el rebelde al cual se le aplica el mismo mecanismo regulatorio, sin hacerse previamente eco ni oído a sus quejas, a sus malestares o decires en torno a su propio deseo. El sujeto del esquizoanálisis se entiende como una: “máquina revolucionaria, la máquina artística, la máquina científica, la máquina (esquizo) analítica se convierten en piezas y trozos unas de otras” (Deleuze, 2004a, p. 332).
Al mismo tiempo, no se trata de una escuela individualista o solitaria, es una escuela que comprende que somos parte de un todo social, la máquina deseante es social, y en la escuela se debe aportar a la construcción de nuevas subjetividades o ciudadanías más justas e igualitarias. Este ejercicio creativo requiere improvisación guiada, mediante la cual el inconsciente se exprese a través de arte y la resistencia para dar lugar a la fuga. De esta manera, se podrá garantizar la “suspensión en el tiempo y el afuera” (Salazar, 2020, p. 79), actitud propia del mal llamado “loco”, que es capaz de vivir con intensidad su vida, quien logra deshacerse del control del tiempo y del espacio.
Es importante recordar que el psicoanálisis, según Rolón (2023), intenta atravesar las barreras de las identificaciones con el fin de encontrar el deseo que recorre y determina al paciente. Para este pensador, el psicoanálisis trabaja con la historia y no con el pasado, puesto que el pasado es inmodificable y la historia es dinámica. En la escuela esquizoanalítica se construye y se crea historia, ya que el presente es el estandarte y la guía, aunque es necesario rememorar el pasado para dar sentido a la historia venidera.
Mas allá de tratarse de una escuela de inadaptados, es una escuela de la esperanza donde se aprende siguiendo el deseo. No se trata de rehuirle a la felicidad ni al malestar proveniente de la normatividad, sino hacerle espacio a la idea de que no todo deseo puede satisfacerse, ya que hay asuntos contrarios a la cultura. Es clave regular y sublimar el deseo en función de la creatividad, para que cada estudiante sea veedor de su proceso, sea evaluador de sus capacidades y escritor de su propia historia; en palabras del psicoanalista Gabriel Rolón, son personas que pueden mutarse al esquizoanálisis, por lo que se arguye que:
No es posible ser feliz si no se acepta que siempre quedará algo por alcanzar. Algo que genera un deseo que resulta indispensable para la vida. Si no abrazamos ese deseo y la falta que lo genera, viviremos frustrados. Y nadie puede ser feliz y estar frustrado al mismo tiempo. (Rolón 2023, p. 259)
Conclusiones
La reflexión propuesta en este trabajo sobre los mecanismos tradicionales de castigo y penalidad en la educación es fundamental para impulsar un cambio hacia prácticas pedagógicas más humanizadoras y respetuosas con el cuerpo del sujeto actual. Por lo tanto, es importante reevaluar los enfoques educativos con el fin de plantear una postura pedagógica basada en las tecnologías del yo foucaultiano, que no solo se enfoque en la disciplina del cuerpo, sino que también fomente la autonomía, la creatividad, la libertad y el pensamiento crítico en los estudiantes. Al respecto, a continuación se presentan tres conclusiones.
En primer lugar, la escuela moderna no solo busca educar en términos académicos, sino que también actúa como un mecanismo de normalización y control social al utilizar métodos disciplinarios y de vigilancia para moldear el comportamiento de los estudiantes, según normas preestablecidas. Así, se hace hincapié en la obediencia y la adaptación como criterios de éxito; por este motivo, se recurren a estándares internacionales para encuadrar al estudiante en parámetros cuantitativos y determinar así su éxito o fracaso escolar.
Segundo, aparecen la medicina y la psiquiatría como herramientas de control en la escuela, especialmente para gestionar comportamientos considerados desviados. Este enfoque no solo patologiza la diferencia, sino que también refuerza las estructuras de poder al establecer diagnósticos y tratamientos que regulan el comportamiento y la subjetividad de los estudiantes. Esta medicalización del organismo genera docilidad hacia el poder, pero a su vez posterga el malestar.
Por último, desde de la obra de Deleuze y Guattari, es posible plantear una crítica profunda a estas formas de control y normalización, por lo que se presenta el esquizoanálisis como una vía pedagógica que ayuda a la liberación del deseo, pues allí surge la desterritorialización de las normas opresivas que limitan el potencial creativo y subversivo de los individuos. Este enfoque invita a repensar la educación desde una perspectiva que valore la singularidad, la creatividad y la resistencia como elementos centrales para una verdadera emancipación educativa y social, con la cual se forme un ciudadano más consciente, humano, autónomo y, por qué no decirlo, un estudiante más feliz.
Referencias
1 Institución Educativa Gabriel García Márquez, Medellín, Colombia.
3 Llamamos régimen de la información a la vía de dominio en la que la información y su procesamiento mediante algoritmo e inteligencia artificial determinan de modo decisivo los procesos sociales, económicos y políticos (Han, 2022, p. 9).