RHS. Revista. Humanismo. Soc. 11(2), e3/1-18, jul.- dic. 2023 / ISSNe 2339-4196

 

Artículo de reflexión derivado de investigación

 

 

La vigencia del mito como función psíquica activa en la búsqueda inconsciente de sentido

The Validity of the Myth as an Active Psychic Function in the Unconscious Search for Meaning

 

César Augusto Ramírez Giraldo1

cesar.ramirez@upb.edu.co

https://orcid.org/0000-0001-8093-1080

 

Jiminson Eduardo Gutiérrez Marín2

jiminsongutierrez@gmail.com

https://orcid.org/0009-0007-3892-9164

https://doi.org/10.22209/rhs.v11n2a03

 

Recibido: 22 de marzo de 2023.

Aceptado: 11 de julio de 2023.

 

Para citar: Ramírez Giraldo, C. A. (2023). La vigencia del mito como función psíquica activa en la búsqueda inconsciente de sentido. RHS-Revista Humanismo y Sociedad, 11(2), 1-18. https://doi.org/10.22209/rhs.v11n2a03

 

Resumen

Este texto brinda un aporte al esclarecimiento por la pregunta sobre la vigencia del mito como función psíquica activa en la búsqueda inconsciente de sentido para la vida del hombre actual, que se asume alejado de todo pensamiento mítico y ritual, y que habita un contexto en el que la razón es el único criterio de verdad. El texto se enfoca, por lo tanto, en analizar el poder e influencia de esta realidad anímica en el mundo consciente, y en pensar si tiene este fenómeno imaginal alguna utilidad en el proceso civilizador o, al contrario, el mito es más bien un lastre, una simple quimera que dificulta la comprensión y aceptación de las

complicadas condiciones de existencia hoy, y si ocuparse de este universo imaginal y simbólico cumple con las expectativas y deseos inconscientes del hombre actual de encontrar sentido y significado a su existencia. La investigación se apoya metodológicamente en la fenomenología psíquica propuesta por Carl Jung, además se nutrirá en gran medida de los aportes teóricos y conceptuales del filósofo rumano Mircea Eliade. En el mundo racional, el inconsciente del hombre actual no cesa de presentar innumerables mitos y símbolos, dado que el ser humano como tal nunca se halla del todo desprendido del mundo imaginal, pues continuamente los individuos son influenciados de forma inconsciente por modelos de conducta mitológicos ancestrales, que siguen latentes en lo más profundo del ser humano.

Palabras clave:inconsciente colectivo, símbolo, arquetipo, fenomenología, psique, mentalidad primitiva.

 

Abstract

This text helps to answer the question of whether the validity of myth has an active psychic function in the unconscious search for meaning in the life of modern men, which is assumed to be far removed from all mythical and ritual thought and immersed in a context in which reason is the only criterion of truth. The text focuses, therefore, on analyzing the power and influence of this psychic reality in the conscious world and on reflecting on whether this imaginal phenomenon has any use in the civilizing process or whether, on the contrary, the myth is rather a ballast, a simple chimera that makes it difficult to understand and accept the complicated conditions of today’s existence. The texts also reflects on whether dealing with this imaginal and symbolic universe meets the unconscious expectations and desires of today’s men to find meaning in their existence. The research methodology is based on the psychic phenomenology proposed by Carl Jung, and is also nourished, to a large extent, by the theoretical and conceptual contributions of the Romanian philosopher Mircea Eliade. In the rational world, the subconscious of current human beings does not cease to present innumerable myths and symbols, since it is never completely detached from the imaginal world. This is due to the fact that individuals are unconsciously influenced by ancestral mythological models of behavior that remain latent in the depths of the human being.

Keywords: Collective unconscious, Symbol, Archetype, Phenomenology, Psyche, Primitive mentality.

Introducción

 

El individuo actual cuenta con la firme fantasía de habitar en un mundo libre de todo presupuesto mítico y ritual, viviendo su existencia con la sólida convicción de haber superado definitivamente el pensamiento mítico y simbólico primigenio, la “lejana creencia” de poderes misteriosos e irracionales que rigen el comportamiento del universo; lógica existencial en la cual el mito pasa a ser el resto de algo desaparecido que cumple la función de un mero entretenimiento, lógica actual en la que el mito es rebajado a una simple reliquia histórica. En dicho contexto, esta investigación propone una reflexión sobre la importancia vital que el mito como fenómeno psíquico ha tenido y sigue teniendo en la conformación de lo humano, abordando el fenómeno desde una mirada que lo presenta como una expresión simbólica del mundo interior que proyecta declaraciones involuntarias de hechos anímicos inconscientes, brindando así la posibilidad de reflexionar en las preguntas vitales que fundan lo humano.

 

Hoy se vive un empobrecimiento sistemático de las antiguas fuerzas míticas y simbólicas primigenias que en el pasado propiciaban el fundamento metafísico a la existencia del individuo, contenidos imagínales que actualmente se manifiestan cada vez con menos frecuencia en el mundo consciente. Esto crea un estado de indefensión frente al sufrimiento y las dificultades, así como también un desbordamiento descontrolado de las fuerzas anímicas que fluyen del inconsciente. Esta situación se afianza por un poderoso rumor colectivo que solo quiere escuchar sobre la utilidad y el valor, impulsando cada vez con más fuerza que el interés del mundo actual se desplace cada día más hacia la realidad material, apartándose de su universo imaginal interior, como afirma Stein (2004):

 

Los dioses ya no habitan los cielos y los demonios se han convertido en síntomas psicológicos y desequilibrios de la química cerebral. El mundo ha sido despojado de contenidos proyectados. Ya no quedan héroes, ya no hay villanos, los humanos se vuelven realistas. Los principios solo son relativamente válidos y los valores son vistos como derivados de normas y expectativas culturales. Todo lo cultural parece haber sido manufacturado y carece de todo sentido inherente. La naturaleza y la historia son vistas como el producto del azar y el juego aleatorio de fuerzas impersonales. Aquí se llega a la actitud y a la tonalidad afectiva del individuo moderno: laico, ateo, tal vez levemente humanista. (p. 238)

 

El individuo es despojado progresivamente de su patrimonio mítico, simbólico y ritual ancestral, por lo que el trabajo, así como su vida en general, se convierten en un acto desacralizado, cuya única motivación es el beneficio económico. Se cae progresivamente en vivir sin sentido alguno y, por consiguiente, habitando en un entorno en el cual el individuo llega a verse a sí mismo como simple pieza de una gigantesca maquinaria de producción; sus esperanzas de encontrar sentido a estar en el mundo se reducen a vestigios, ya que su mundo consciente es despojado cada día de misterios; sus viejos dioses ya no lo acompañan, sus demonios y espíritus se han convertido en expresiones psíquicas y desequilibrios de la química cerebral que, como describe Jung (2009):

 

Hemos dejado de creer en fórmulas mágicas, ya no quedan muchos tabúes o restricciones similares; nuestro mundo parece estar desinfectado de la superstición de los seres numinosos como las brujas, los magos y los gnomos, por no hablar de los hombres-lobo, los vampiros y las almas bosque y todos esos otros seres extraños que pueblan los bosques primitivos. Al menos la superficie de nuestro mundo parece estar purificada de todas las añadiduras supersticiosas e irracionales. Otra cuestión es el mundo interior real del ser humano. (p. 245)

 

Por lo tanto, esta exploración se centra en pensar la vigencia del pensamiento mítico y simbólico en el hombre actual; asimismo, proponer una reflexión sobre la “fantasía del hombre moderno” de habitar en un mundo totalmente despojado de mitos. En la existencia más racional y desacralizada siguen latentes pulsiones de una valoración mítica y simbólica del mundo. Una gran parte de su vida, el individuo se nutre de forma inconsciente de esquemas de conducta mitológicos ancestrales latentes en lo más profundo del ser humano. Un individuo exclusivamente racional es una mera ilusión, pues una vida semejante jamás se encuentra en estado puro, dado que el hombre, más decididamente racional, vivencia aun hoy, en lo más profundo de su ser, un comportamiento orientado por el pensamiento mítico, simbólico y ritual.

 

Ahora bien, según lo expuesto, ningún ser humano puede estar reducido a una vida estrictamente consciente y racional despojada de mitos:

 

Una existencia profana de semejante índole jamás se encuentra en estado puro. Cualquiera que sea el grado de desacralización del mundo al que haya llegado, el hombre que opta por la vida profana no logra abolir del todo el comportamiento religioso. Habremos de ver que incluso la existencia más desacralizada sigue conservando vestigios de una valoración religiosa del mundo. (Eliade, 1992, p. 27)

 

Afortunadamente, el hombre actual todavía se enamora, sueña y tiene fantasías, por lo que habita no solo en un estado racional y consciente, sino que, además, también está presente en él una vida simbólica interior. De ahí que preguntarse por este cúmulo de predisposiciones de la herencia primigenia, apunta a la reflexión de la función que cumplen en la vida de hoy estas fuerzas anímicas e imagínales.

 

Seguramente se continuará cuestionando sobre su utilidad hoy, pero es una tarea ineludible seguir indagando sobre la fuerza con que influyen estas pulsiones psíquicas inconscientes en el mundo consciente del hombre actual. Pensar si tiene este mundo imaginal alguna utilidad en el proceso “civilizador” o, al contrario, esta función psíquica colectiva es más bien un lastre, una mera quimera que dificulta la comprensión y aceptación de las complicadas condiciones de existencia del individuo de hoy, que más bien debe aceptarse en una nueva situación de existencia rechazando todo llamado a la transcendencia.

 

Es importante cuestionar si ocuparse de este mundo imaginal cumple con las expectativas del hombre moderno de encontrar sentido y significado a su vida, y pensar si al fin y al cabo estas fuerzas anímicas logran propiciar hoy una motivación más profunda a la existencia; por consiguiente, cuestionar si este universo de contenidos es viable en la realidad social y cultural del actual momento histórico.

 

Consideraciones metodológicas

 

Pensar la vigencia del mito en la actualidad es una empresa extremadamente compleja que invita al investigador a abordar el fenómeno desde perspectivas múltiples y complementarias. Esto con miras a un horizonte amplio que permita una exploración objetiva, que desde una mirada interdisciplinar posibilite una reflexión objetiva de este fenómeno particular, más aún cuando nos encontramos frente un panorama que busca comprender racionalmente la complejidad de un gran número de contenidos imagínales, sueños, fantasías, mitos; todo un océano de manifestaciones psíquicas dotadas de una poderosa capacidad de fascinación que proporcionan la certeza de estar frente a una poderosa realidad interior, dotada de un profundo significado que debe ser pensado y analizado objetivamente.

 

Por lo tanto, se hace necesario adoptar un fundamento metodológico adecuado que permita indagar la complejidad y la diversidad de las proyecciones de la psique y genere posibilidades de comprensión de la amplia gama de dichas manifestaciones de lo inconsciente. Esta exploración se apoya en gran medida en las herramientas teóricas y metodologías ofrecidas por Carl Gustav Jung, autor que brinda un amplio número de instrumentos de análisis que conforman un vasto conjunto de herramientas teóricas y metodológicas fundamentales para el estudio de este tipo de fenómenos en particular.

 

Jung ofrece en su amplia producción académica todo un sólido entramado teórico, metodológico y conceptual que permite al investigador enfocar y analizar desde la fenomenología psíquica las diversas manifestaciones imagínales del mundo interior. Manifestaciones estas que son entendidas desde el punto de vista junguiano como proyecciones inconscientes del estado psíquico interior y, por ende, elementos que pueden ser enfocados y estudiados, en sus propios términos:

 

El hecho de que una verdad sea física no constituye el único criterio posible de la misma. Hay también verdades anímicas, las cuales no pueden explicarse, pero tampoco demostrarse o negarse físicamente. Si una generalidad de personas creyese, por ejemplo, que en otro tiempo el Rin corría río arriba, remontando su curso desde su desembocadura hasta su fuente, esta creencia constituiría en sí misma un hecho, a pesar de que lo declarado en ella seria, entendido en términos físicos, sumamente difícil concederle algún crédito. Una creencia como esta constituye un hecho anímico que ni puede discutirse ni necesita tampoco demostración alguna. Tal es también la naturaleza de las declaraciones religiosas, todas y cada una de ellas se refieren a objetos que no son físicamente comprobarles. (Jung, 2014, p. 9)

 

Un punto de vista metodológico que permite ver manifestaciones psíquicas inconscientes en los diversos contenidos imagínales, por ejemplo ángeles, dioses, demonios, manifestaciones psíquicas inconscientes, que tienen una función y están cargadas de sentido, ya que como afirma Jung (1970): “La psicología moderna trata los productos de la actividad inconsciente como autorrepresentación de procesos que tienen lugar en lo inconsciente o como afirmaciones de la psique inconsciente acerca de si misma” (p. 143).

 

Esta explicación toma de su constructo teórico un conjunto específico de recursos conceptuales que dejan enfocar y dar sentido e interpretación a este abanico de fenómenos en particular. Se entiende el universo de afirmaciones metafísicas como fenómenos mentales, contemplando en cada uno de ellos enunciados sobre la mente y su estructura, que tienen en último término su origen en ciertas disposiciones innatas inconscientes que pueden ser sometidas a la reflexión académica, pues como afirma Jung (1991):

 

La psicología trata las ideas y otros contenidos espirituales del mismo modo que, por ejemplo, la zoología se ocupa de los diversos géneros animales. Un elefante es verdadero por que existe. El elefante no es una conclusión lógica, ni un aserto ni un juicio subjetivo de un intelecto creador. Es sencillamente un fenómeno. (p. 21)

 

Esta exploración facilita la búsqueda de sentido de las diversas manifestaciones de las proyecciones míticas y simbólicas en el individuo, unido a un conjunto específico de herramientas teóricas que se retoman del pensamiento junguiano como son: lo inconsciente individual y colectivo, el arquetipo y la psique, el insumo teórico del cual se nutre esta investigación para poder pensar el vínculo crucial entre mitos primitivos y su impacto inconsciente en el hombre actual, debido a que este recurso teórico permite ver en las diversas manifestaciones míticas y simbólicas proyecciones del mundo interior de un individuo en particular, o una sociedad en general.

 

Asimismo, el proceso es enriquecido por los aportes teóricos y conceptuales del filósofo e historiador rumano Mircea Eliade, autor considerado como uno de los mitólogos más brillantes del siglo, cuya doble connotación de filósofo e historiador le han permitido profundizar en el estudio del mito, sueños y visiones. Esta investigación en particular también se nutre en gran medida de un grupo de conceptos filosóficos claves propuestos por Eliade, como son homo religiosus, sagrado, hierofanía, símbolo, mito y tiempo sagrados. Conjunto de investigaciones que han llevado a Eliade a expresar que:

 

Imágenes, símbolos, mitos, no son creaciones irresponsables de la psique; responden a una necesidad y llenan una función: dejar al desnudo las modalidades más secretas del ser. Por consiguiente, su estudio permitirá un mejor conocimiento del hombre, sin más, que todavía no ha con temporalizado con las existencias de la historia. Cada ser histórico lleva en si una gran parte de la humanidad anterior a la historia. Sin duda esto jamás se ha olvidado, ni siquiera en los tiempos más inclementes del positivismo. (1979, p. 12)

 

Este autor es un importante referente en toda la aproximación al estudio del fenómeno del mito, constituyéndose en un aporte vital para la investigación su gran número de trabajos sobre la mitología comparada y particularmente por sus estudios sobre lo sagrado arcaico desde una perspectiva colectiva y universal. En sus múltiples exploraciones, revela los rasgos propios del poder del mito en los pueblos primigenios e indican las relaciones comunes entre diversas culturas y momentos históricos alrededor del fenómeno del mito, afirmando reiterativamente que:

 

No podemos imaginarnos una época en la que el hombre no soñara o no tuviera ensoñaciones, no cayera en “trance”, esa pérdida de conciencia que se interpreta como un viaje del alma al más allá: Lo que se ha modificado y cambiado con las diversas formas de cultura y religión ha sido la interpretación de la experiencia extática y el valor que se ha atribuido. (Eliade, 1999, p. 43)

 

La fenomenología como insumo teórico fundamental permite pensar objetos de estudio tan complejos como la experiencia mística y las diversas manifestaciones de lo inconsciente y así poder hallar sentido al universo de mitos y símbolos presentes en las sociedades primigenias; en este sentido, ofrece una línea de exploración que da cabida a reflexiones sobre la crisis del hombre moderno y la situación de lo imaginal hoy.

 

Pensamiento mítico y simbólico en las sociedades primigenias

En primer lugar, se busca un acercamiento a las sociedades en las que el mito tiene o ha tenido “vida” en el sentido de contener una poderosa fuerza fascinadora, dotada de un gran poder sugestivo que se hace presente como una aptitud especial del espíritu humano, manifestándose espontáneamente y sin reflexión lógica. Así, se constituye como una poderosa fuerza guía que motiva una actitud capaz de propiciar e inspirar modelos de conducta y otorgar significación y sentido a la existencia del individuo. Esto con el fin de establecer un punto de referencia para contrastar la cosmovisión primitiva, con la lógica existencial del hombre actual y así poder hacer un paralelo entre el vínculo crucial de mitos y símbolos primitivos, y su impacto inconsciente en el hombre actual.

 

Aproximarse a los estudios sobre sociedades donde el mito y el ritual han tenido o tuvieron fuerza, y en particular al profundizar en las investigaciones sistemáticas realizadas por Lucien Levy y Mircea Eliade, autoridades en el campo de la psicología primitiva, es una experiencia que provoca extrañeza.

 

La presentación de un otro con una lógica totalmente distinta de su entorno físico y psicológico, un mundo que desde la cosmovisión primigenia funciona por la intervención constante de poderosas fuerzas invisibles, dioses, espíritus, hechiceros pueblan su mundo, en el cual poderes invisibles e irracionales gobiernan el comportamiento de su universo físico y psicológico, lo que causa una reacción de asombro en el hombre actual, detonada por la absoluta confianza que tiene el presente momento histórico en uno de sus más sagrados dogmas: el universo funciona obedeciendo leyes naturales que pueden y deben ser explicadas siempre desde un único criterio de verdad como es el pensamiento racional:

 

El occidental moderno experimenta cierto malestar ante ciertas formas de manifestación de lo sagrado: Le cuesta trabajo aceptar que, para determinados seres humanos, lo sagrado pueda manifestarse en las piedras o en los árboles. Pues, como severa en seguida, no se trata de la veneración de una piedra o de un árbol por sí mismos. La piedra sagrada, el árbol sagrado no son adorados en cuanto tales; lo son precisamente por el hecho de ser hierofanías, por el hecho de “mostrar” algo que ya no es ni piedra ni árbol, sino lo sagrado. (Eliade, 1992, p. 19)

 

En este entorno primigenio, las entidades invisibles son la fuerza motora del mundo arcaico y, desde esta lógica, estos entes imagínales tienen una constante y vital participación en la forma de vivir del hombre mítico. Es así como constituyen un elemento vital en toda actividad humana, un factor constante he indispensable en la vida anímica de las sociedades primitivas expresada por Jung así:

 

El primitivo piensa y vive sobre la base de unos presupuestos completamente distintos de los nuestros. Todo lo que no ocurre totalmente dentro del orden, todo lo que, en consecuencia, inquieta, asusta o asombra tiene su causa para él en lo que denominamos sobre natural. Para él no es tal, sino que forma parte de su mundo de experiencias. (2001, p. 51)

 

En el estadio mitológico de la lógica arcaica, la percepción del entorno es radicalmente distinta a la lectura del individuo hoy, que mira la naturaleza como un objeto fuera de “él” distinto de “él”, separada del “yo”, identificándose el sujeto como un ser distinto al entorno.

 

Es muy distinta la cosmovisión del hombre primigenio, para quien no hay una separación con el entorno. En su lógica, su alma es parte de los bosques y los espíritus de sus ancestros siguen presentes, ahora transformados en jaguar, águila, serpiente, árbol; de tal forma que su alma y la de sus antepasados están presentes y entretejidas con el entorno, en palabras de Jung (2001), para el primitivo.

 

Su paisaje no es geográfico, geológico ni político. Contiene su mitología y su religión… En aquel bosque moran los espíritus de los difuntos. En aquella cueva hay demonios que estrangulan a todo el que entra en ella. En aquel monte vive la gran serpiente, en aquella colina esta la tumba del rey legendario. (p. 61)

 

Para el hombre mitológico primigenio el lugar no es homogéneo en su cosmovisión. El entorno presenta rupturas, así como divisiones, en el sentido de que hay porciones de espacio que están revestidas de fuerzas invisibles, generadas por la presencia activa de las potencias invisibles que enriquecen espacios y objetos revistiéndolos de significado.

 

Desde esta interpretación del entorno físico, el hombre mitológico se considera partícipe del drama divino, los espíritus y los dioses pueblan y enriquecen de sentido su entorno, en el cual el trueno es la voz de un dios y el rayo, su proyectil de venganza; los ríos contienen espíritus, así como los desiertos albergan demonios. En consecuencia, para el hombre mitológico primigenio, los ríos, los bosques, los objetos están cargados en diversos grados de sentido simbólico que proyectan ante todo las manifestaciones psíquicas de su mundo interior. En la cosmovisión primitiva los objetos entregan de forma simbólica un mensaje y, por lo tanto, el entorno puede poseer la facultad de conformar un puente entre el mundo de los dioses y el de los hombres:

 

No le vasta al primitivo con ver la salida y puesta del sol, sino que esta observación exterior debe ser al mismo tiempo un acontecer psíquico, esto es, que el curso del sol debe representar el destino de un dios o de un héroe, el cual en realidad no vive sino en el alma del hombre. Todos los procesos naturales convertidos en mitos, como el verano y el invierno, las fases lunares, la época de las lluvias, etc., no son sino alegorías de esas experiencias objetivas o más bien expresiones simbólicas del intimo e inconsciente drama del alma, cuya aprehensión se hace posible al proyectarlo, es decir, cuando aparece reflejados en los sucesos naturales. (Jung, 1970, p. 12)

 

Asimismo, en la lógica de las sociedades primigenias, el sujeto es también muchas veces responsable a través del ritual de la salida del sol o la llegada de las lluvias, a tal punto que vivir la vida tiene un valioso sentido al cumplir el individuo un papel en el drama divino, el de acompañar ritualmente con una participación humilde y obediente el funcionamiento de su universo. Es un hecho que el mito, el símbolo y el rito han acompañado al ser humano desde mucho antes de la aparición de la conciencia racional y científica, debido a que este conjunto de fenómenos ha estado presente en lo humano desde los tiempos más remotos, marcando un periodo histórico extremadamente más extenso en relación con el periodo racional y científico, en palabras de Eliade (1968):

 

Vivir los mitos implica, pues, una experiencia verdaderamente religiosa, puesto que se distingue de la experiencia ordinaria, de la vida cotidiana la religiosidad de esta experiencia se debe al hecho de que se reactualiza acontecimientos fabulosos, exaltantes, significativos; se asiste de nuevo a las obras creadoras de los seres sobre naturales; se deja de existir en el mundo de todos los días y se penetra en un mundo transfigurado, auroral, impregnado de la presencia de los seres sobre naturales. (p. 31)

 

Y es que gran parte de la historia humana está permeada por diversas manifestaciones de lo sagrado, de hecho, el mundo imaginal es una realidad histórica que no podemos negar:

 

Ya en los tiempos prehistóricos del neolítico, existieron misterios. Nunca le faltaron a la humanidad imágenes poderosas que le dieran protección contra la vida inquietante de las honduras del alma. Siempre fueron expresadas las figuras de lo inconsciente mediante imágenes protectoras y benéficas que permitían expulsar el drama anímico hacia el espacio cósmico extra anímico. (Jung, 1970, p. 18)

 

Mitos y símbolos primitivos y su impacto inconsciente en el hombre actual

Existen en el ser humano grandes anhelos y deseos:

 

Todos sentimos el anhelo de lo salvaje. Y este anhelo tiene muy pocos antídotos culturalmente aceptados. Nos han enseñado a avergonzarnos de este deseo. Nos hemos dejado el cabello largo y con el ocultamos nuestros sentimientos. Pero la sombra del hombre salvaje acecha todavía a nuestra espalda de día y de noche. Donde quiera que estemos la sombra que trota detrás de nosotros tiene sin duda cuatro patas. (Pinkola, 2001. p. 11)

 

Hay algo muy arraigado en la naturaleza humana que impulsa a cada individuo a responder al mundo de manera imaginal, pues es un hecho que desde los tiempos más remotos el ser humano ha contado con mitos y símbolos que le han posibilitado encontrar un sentido a su existencia, así como entender su lugar en el universo, y a la vez canalizar las fuerzas anímicas que fluyen de su mundo interior. En esta óptica, el fenómeno imaginal es un factor indispensable en la historia de la humanidad, que está conformado por una realidad anímica esencial en lo humano, pues, como afirma Hillman (1999): “El hombre es ante todo un hacedor de imágenes y nuestra sustancia psíquica se compone de imágenes; nuestro ser es un ser imaginal, una existencia en la imaginación. Somos verdaderamente la materia de la que están hechos los sueños” (p. 92).

 

Por lo tanto, la experiencia mítica es un rasgo inherente de la condición humana; de hecho, es difícil imaginar una época en la que el ser humano no soñara o no tuviera expresiones míticas, simbólicas y fantasías:

 

En todo el mundo habitado, en todos los tiempos y en todas las circunstancias, han florecido los mitos del hombre; han sido la inspiración viva de todo lo que haya podido surgir de las actividades del cuerpo y de la mente humanos. No sería exagerado decir que el mito es la entrada secreta por la cual las inagotables energías del cosmos se vierten en las manifestaciones culturales humanas. Las religiones, las filosofías, las artes, las formas sociales del hombre primitivo e histórico, los primeros descubrimientos científicos y tecnológicos, las propias visiones que atormentan el sueño emanan del fundamental anillo mágico del mito. (Campbell, 2014, p. 11)

 

Las investigaciones sistemáticas realizadas por la historia comparada de las religiones, la filosofía de la religión, la mitología comparada y los estudios de la psicología analítica han demostrado que desde los tiempos más antiguos se repiten de forma reiterativa ciertos temas mitológicos de manera casi idéntica, y que estos motivos agrupan cadenas de imágenes de naturaleza colectiva alrededor de temas típicos en lo humano como la mujer, el varón, el padre, el niño, el anciano, la vida más allá de la muerte o el héroe salvador, entre otras temáticas clásicas típicamente humanas. Todas ellas han sido expresadas bellamente en la mitología universal, de tal modo que estos esquemas mitológicos se encuentran en todas partes y en todas las culturas y cada uno de ellos es enriquecido de forma particular por una amplia diversidad de combinaciones simbólicas particulares de su entorno cultural, lo que propicia una constelación de motivos míticos que varían en gran medida sin perder su estructura básica:

 

El estudio comparativo de las mitologías del mundo nos hace ver la historia cultural de la humanidad como una unidad, pues encontramos que temas tales como el robo del fuego, el diluvio, el mundo de los muertos, el nacimiento de la madre virgen y el héroe resucitado se encuentran en todas partes del mundo, apareciendo por doquier en nuevas combinaciones, mientras permanecen, como elementos de un caleidoscopio, solo unos pocos y siempre los mismos… Aún no se ha encontrado una sociedad humana en la que tales motivos mitológicos no se hayan puesto en práctica en las liturgias, no hayan sido interpretadas por profetas, poetas, teólogos, filósofos, presentados en el arte, magnificados en la canción y expresados por medio del éxtasis en visiones enaltecedoras de la vida. (Campbell, 1991, p. 19)

 

En el análisis de los sueños y fantasías de sus pacientes, Jung se encuentra con un amplio contenido de esquemas de conducta e imágenes primitivas similares que no hacen parte de los contenidos adquiridos por el sujeto en el transcurso de su biografía particular. Además, identifica un comportamiento autónomo de este conjunto de imágenes, llevándolo a señalar la existencia de un grupo específico de esquemas milenarios de conducta que, de forma inconsciente, impulsan en gran medida el comportamiento de un individuo, manifestándose como una tendencia heredada de gran poder sugestivo.

 

Sin embargo, es necesario precisar sobre estas pulsiones innatas que, como afirma el mismo Jung (1993): “Naturalmente, no se trata de representaciones heredadas, sino de cierta disposición innata a la formación de representaciones, paralelas o bien de estructuras universales idénticas de la psique” (p. 171).

 

En Jung, el arquetipo es un constructo teórico conformado para señalar un elemento formal en sí vacío, que simplemente señala una posibilidad innata para constelar representaciones simbólicas alrededor de situaciones típicas de gran importancia vital y práctica, las cuales se han repetido innumerables veces en la historia humana:

 

El término arquetipo es malentendido a menudo como se refiriera a una imagen o un motivo mitológico concreto. Pero esto no sería sino una representación consciente, y sería absurdo suponer que esas representaciones variables se pueden heredar. Al contrario, el arquetipo es una tendencia hereditaria del alma humana a formar representaciones de motivos mitológicos que pueden variar mucho sin perder su patrón básico. Por ejemplo, hay numerosas representaciones del motivo de los hermanos hostiles, pero el motivo es el mismo. Esta tendencia hereditaria es instintiva, igual que los impulsos de las aves a construir un nido, a migrar etc. Estas representaciones collectives se encuentran prácticamente por todas partes y se caracterizan por los mismos o similares motivos. No las podemos atribuir en particular a una época, a una religión o a una raza. No tienen origen conocido, y se pueden reproducir aun en los casos en que la transmisión por migración esté excluida. (2009, p. 219)

 

Con este descubrimiento, Jung presenta un modelo teórico de la psique que contiene no solo adquisiciones de la experiencia personal, sino un aspecto mucho más amplio que cuenta con elementos innatos de los que se ha ido sedimentando en el trascurso de la historia de la humanidad. Presenta en su edificio teórico a un sujeto determinado por modelos de conducta heredados, que interaccionan de forma dinámica con el mundo exterior, ofreciendo una perspectiva de la psique, no solamente biográfica sino también histórica y mítica, y dotada de una gran riqueza simbólica. Lo anterior, ofrece un panorama colectivo de un aspecto de la psique que bien podría llamarse “inconsciente colectivo” y abarca teóricamente una extensión inmensa; ese inconsciente está conformado por un gran cúmulo de experiencias, de situaciones humanas típicas, presentes de forma reiterativa desde los tiempos más antiguos y que han ido estructurando un abanico de esquemas de conducta desde el más remoto pasado y donde el mito es una de sus formas más comunes de expresión:

 

Hay un pensar con imágenes primigenias con símbolos más viejos que el hombre histórico, congénitos en él desde los primeros tiempos, y que sobreviven a todas las generaciones llenando por siempre de una manera viva los fundamentos de nuestras almas. Una vida plena no es posible más que de acuerdo con ellos, la sabiduría consiste en volver a ellos. En realidad, no se trata de fe, sino del acuerdo entre nuestro pensamiento y las protoimágenes de nuestro inconsciente, matrices irrepresentables de aquellas ideas que nuestra conciencia acaba pensando siempre. (Jung, 1944, p. 236)

 

Este constructo teórico invita a apreciar la capacidad humana natural de responder al entorno, no solo de manera racional, sino también de forma simbólica y en donde la creación de imágenes, fantasías y mitos es fundamentalmente una forma humana natural de responder al mundo. Aquí el mito se erige como modelo ejemplar de toda actividad:

 

La imitación de modelos trashúmanos constituye una de las características primordiales de la vida “religiosa”, una característica estructural que es indiferente a la cultura y a la época. Desde los documentos religiosos más arcaicos accesibles al cristianismo y al islam, nunca se interrumpió la imitación dei, como norma y guía de conducta de la existencia humana. En realidad, no podría haber sido de otro modo. En los niveles más arcaicos de la cultura, vivir como ser humano es en sí mismo un acto religioso, ya que la alimentación, la vida sexual y el trabajo tienen un valor sacramental en otras palabras, ser o más bien devenir un ser humano significa ser religioso. (Eliade, 1997, p. 8)

 

Lo que permite señalar que, históricamente, el mito se ha erigido de forma reiterativa como modelo ejemplar de toda actividad humana, y que este fenómeno imaginal fija modelos de conducta que enriquecen de sentido las diversas actividades humanas cuyas proyecciones aparecen en el mundo circundante como factores poderosos; dioses, espíritus, demonios que se convierten en fenómenos de adoración. De este modo, el hombre, desde los tiempos más remotos, ha imitado los gestos de modelos transhumanos, lo que deja entender que necesita de forma positiva de ideas trascendentes, de misterios e imágenes míticas y simbólicas que le den sentido a su existencia y le permitan afrontar las circunstancias de su entorno físico y psicológico, en palabras de Jung (1970):

 

Hasta donde tenemos noticia del hombre, sabemos que este está siempre y en todas partes bajo el influjo de representaciones dominantes. De quien dice que en su caso no se verifica esto se puede sospechar directamente que ha trocado la forma de fe corriente, que se podía esperar que tuviese, por una variante menos familiar para él y para los otros. En lugar de profesar el teísmo profesa ateísmo suplanta en sus preferencias a Dionisos por el más moderno mitra, y en lugar de buscar el paraíso en el cielo lo busca sobre la tierra. Un hombre sin una representetion collective dominante sería un fenómeno por completo anormal. Pero esto solo ocurre en la fantasía de los individuos que se engañan sobre sí mismos. No solo se equivocan en lo tocante a la existencia de ideas religiosas sino también, y esto en especial medida, respecto de la intensidad de estas. (p. 58)

 

En consecuencia, es posible señalar que estos esquemas de conducta primigenios no son simplemente parte del pasado o fenómenos pertenecientes a otra época. Estas fuerzas anímicas son inherentes a la condición humana y pueden adaptarse y cobrar vida aun en las nuevas condiciones racionales de existencia, manifestándose de forma inconsciente en sueños y fantasías individuales, o de forma colectiva en los actuales ismos y fantasías colectivas; de hecho, la desaparición de los mitos clásicos no implica en modo alguno la desaparición de esta condición innata en lo humano, bien lo afirma Eliade (1992):

 

No solo en las “pequeñas religiones” o en las místicas políticas donde se encuentran comportamientos religiosos camuflados o degradados: Se los reconoce incluso en los movimientos que se proclaman francamente laicos, incluso antireligiosos, así en el desnudismo o en los movimientos en pro de la libertad sexual absoluta, ideologías donde se pueden entrever las huellas de la nostalgia del paraíso, el deseo de reintegrarse al estado edénico anterior a la caída, cuando no existía el pecado y no se daba una ruptura entre la bienaventuranza carnal y la conciencia. (p. 174)

 

Vigencia del mito hoy

El hombre siempre ha vivido en el mito, solo un empobrecimiento sistemático de las fuerzas míticas y simbólicas, que desde antaño lo han acompañado, lo llevan a creer que se puede vivir sin mitos. Lamentablemente el hombre actual cuenta con la firme fantasía de haber desterrado por completo de su entorno el universo encantado que antes abrigaba las sociedades primitivas. De hecho, durante los últimos años ha estado de moda descartar el pensamiento mítico al considerarlo un simple cúmulo de fantasías extrañas, o simples incoherencias ingenuas de un pasado lejano que la razón ha superado por completo y que el cientificismo naturalmente menosprecia.

 

El hombre “civilizado” ya no les concede valor alguno a estos contenidos, a causa de ello esta parte primitiva de la personalidad es condenada y relegada a una existencia subterránea y desvalorizada. Por lo cual, gran parte del aspecto mítico y simbólico del ser humano se ha apartado cada vez más a lugares de su psique no controlados; sin embargo, aún subestimados y aminorados, estos fenómenos se siguen manifestando, ya no tanto de forma consciente como en el remoto pasado, donde este factor impregnaba la totalidad de la vida del conocimiento integral de lo humano, en palabras de Eliade (2005):

 

El hombre de las sociedades occidentales se quiere y se proclama arreligioso, completamente liberado de lo sagrado. En el plano de la conciencia diurna, quizás tiene razón, pero en sus sueños y en sus “sueños de vigilia” continúa participando en lo sagrado, como también algunos de sus comportamientos (su amor por la naturaleza; por ejemplo, en sus distracciones, la lectura, el espectáculo, en sus nostalgias y pulsiones. Dicho de otro modo, el hombre moderno ha “olvidado” la religión, pero lo sagrado sobre vive sepultado en su inconsciente… El hombre moderno ha perdido la posibilidad de vivir lo sagrado en el plano de la consciencia, pero continúa alimentando y guiado por su inconsciente y como algunos psicólogos no dejan de recordarnos, el inconsciente es religioso. (p. 141)

 

En las nuevas condiciones de existencia, es libre el ser humano de desvalorizar y despreciar la cosmovisión primitiva, pero por ello no dejará de nutrirse de mitos caídos y de símbolos degradados, pues el mito, el símbolo y la fantasía pertenecen a la esencia fundamental de lo humano que pueden camuflarse y degradarse; pese a ello, esta condición innata no puede extirparse de lo humano y menos aún eliminar la facultad de crearlos.

 

No obstante, al menos el mundo consciente parece estar “desintoxicado” de este universo encantado, por lo que una inmensa mayoría de personas se proclaman arreligiosos. A pesar de ello, estos fenómenos continúan nutriendo y guiando de forma inconsciente al individuo y siguen presentes hoy de forma degradada con otros rostros, en palabras de Jung (1970):

 

Los – ismos son una modalidad moderna de las confesiones religiosas históricas. Alguien puede estar convencido de buena fe de que él no tiene ninguna idea religiosa. Pero nadie puede ser tan diferente del resto de la humanidad que no tenga ninguna représentation collective dominante. Precisamente su materialismo, ateísmo, comunismo, socialismo, liberalismo, intelectualismo, existencialismo, etc., ponen claramente de manifiesto que no es tan inofensivo, de algún modo, de una manera u otra, pregonándolo u ocultándolo, está poseído por una idea superior. (p. 67)

 

Semejante traslado y desnaturalización de la función mítica y religiosa no deja de crear cierto malestar en el hombre actual que, cada vez es más despojado de la cosmovisión consciente del universo encantado de antaño. Por lo que se siente aislado en el cosmos, puesto que ya no está arropado por el celofán mítico primigenio y su universo parece estar desprendido de las fuerzas sobrenaturales que en el pasado le dieron sentido a su existencia.

 

Se percibe en el rumor colectivo un malestar y una queja generalizada de pérdida de sentido, consecuencia del deterioro progresivo en el mundo consciente de las herramientas míticas y simbólicas que en otros tiempos canalizaban el flujo natural de las pulsiones instintivas. Lo anterior posibilitaba el equilibrio psíquico, proceso que ya no puede tener lugar de la misma manera en el hombre de hoy, pues su mundo consciente se ha privado de esta lógica ancestral.

 

A pesar de la existencia de una marcada tendencia colectiva a explicar el funcionamiento del universo a partir de las leyes naturales comprendidas desde la razón, aparecen, a modo de representaciones, fuerzas míticas, simbólicas y rituales que dan cuenta de la presencia de divinidades camuflados en discursos salvadores.

 

Estas representaciones ofrecen fuertes símbolos del paraíso o nuevas imágenes de dioses poderosos, omnipotentes y omnipresentes, como el dinero o la ilusión de poder y de control, a los cuales se les ofrecen sacrificios de vida y muerte de forma desfigurada; las formas doctrinales de gran poder sugestivo aparecen como nuevos símbolos de salvación:

 

El Estado ha tomado el lugar de dios, es así que, desde este punto de vista, las dictaduras socialistas son religiones y la esclavitud de estado viene a ser una especie de culto. Es verdad que semejante traslado y desnaturalización de la función religiosa no puede operarse sin suscitar íntimas dudas, las cuales son reprimidas prestamente, empero, para evitar el conflicto con la tendencia predominante al hombre masa. De ello resulta, como siempre en tal situación, una sobrecompensación: el fanatismo, el cual a su vez llega a ser un poderosísimo factor de represión y exterminio de toda oposición. La opinión independiente es ahogada y se aplasta brutalmente la voz de la conciencia, entendiéndose que el fin justifica todos los medios, aun los más responsables. La razón de Estado queda exaltada a la categoría de credo, el conductor, el jefe de Estado, el rango de semidios que está más allá del bien y del mal, y el adicto, al héroe, mártir, aposto y misionero. No hay más que verdad, que es la sacrosanta y está más allá de toda crítica. (Jung, 1957, p. 14)

 

Conclusiones

 

La sociedad actual sufre un fuerte deterioro de su aspecto mítico y simbólico primigenio, fenómeno imaginal que se manifiesta cada día con menos frecuencia en el mundo consciente. Esto es resultado de una nueva lógica existencial que ha menospreciado, olvidado y dejado perder con más regularidad su contacto vital con el universo mítico y simbólico ancestral, relegando estos contenidos a espacios de la psique no controlados. El individuo cae en un estado de pérdida de sentido al encontrarse despojado de las herramientas míticas y simbólicas que en el pasado le posibilitaron un fundamento metafísico a su existencia, permitiéndole una eficaz protección contra el caos anímico de su mundo interior, propiciando un sentido de trascendencia a su existencia y una conexión eficaz con su mundo anímico interior.

 

En consecuencia, se habita en una sociedad que ha perdido en gran medida su conexión consciente con su mundo anímico interior, al desatender el desarrollo natural de las fuerzas míticas y simbólicas que emanan de su inconsciente. El individuo cae en un estado de indefensión frente al influjo de esquemas míticos primigenios que en el pasado fueron guías y brindaron protección ante las situaciones de la vida. Así las cosas, la frágil consciencia del individuo actual queda indefensa frente a esquemas mitológicos primigenios inconscientes que, con asombrosa facilidad, continuamente irrumpen en la consciencia individual y colectiva.

 

Comunidades enteras son atrapadas por completo por el efecto sugestivo de poderosos factores míticos y simbólicos inconscientes, que continuamente fascinan a la consciencia y la capturan. Como sucedía en el pasado, estas fuerzas continúan buscando participación en el logro del equilibrio psíquico, y de hecho la siguen teniendo con otros rostros, en sueños y fantasías individuales, o de forma colectiva, en los modernos ismos de salvación o movimientos políticos y totalitarios que hoy como en el remoto pasado abanderan nuevas de formas de redención.

 

Desde este punto de vista, continuamente se es víctima de la sugestión de nuevos ismos y doctrinas de salvación; desde esta perspectiva son una modalidad moderna de esquemas mitológicos. Es posible pensar que en el mundo interior de cada individuo actúan todavía aquellas potencias imaginales que el ser humano proyectó en su entorno, en calidad de dioses y demonios, y a las que ofreció sacrificio.

 

El mito es un elemento consustancial en lo humano y está por lo tanto muy lejos de ser una simple fábula o vestigio inútil; más bien, este fenómeno imaginal representa un aspecto viviente en lo humano al que no se deja de recurrir, pues a través del pensamiento imaginal se establece un contacto profundo con los extractos más primigenios del espíritu humano. Es válido resaltar que el ser humano históricamente ha necesitado de ideas trascendentes y convicciones que le den sentido a su vida y le permitan encontrar su lugar en el universo. Solo el hombre actual cree que puede vivir sin mitos.

 

El hombre de hoy ha “olvidado” el pensamiento mítico, pero estos contenidos imagínales sobreviven relegados en espacios profundos de su psique inconsciente; por lo tanto, el hombre moderno progresivamente va perdiendo la posibilidad de vivir lo imaginal en el mundo consciente. Hoy siguen presentes de forma inconsciente estas pulsiones, pues el pensamiento mítico puede adaptarse a nuevas condiciones sociales de existencia, pero esta facultad natural del ser humano no se le puede extirpar, ya que no es posible ignorar y ser indiferente al mito, máxime cuando se percibe claramente que los individuos se desenvuelven entre mitos acerca de la familia, la religión, el Estado, el trabajo, la felicidad, la vejez, la muerte, el amor mismo, o en palabras de Jung (1993):

 

¿Acaso los hombres no se desprendieron jamás del mito? Todo hombre tuvo ojos y sentidos para advertir que el mundo es inerte, frío e infinito y todavía nunca vio a un dios cuya existencia habría sido exigida por una necesidad empírica… Ciertamente, cabe regatear a un niño el conocimiento de los contenidos de los mitos primitivos, mas no se podrá ahogar su necesidad de mitología, y menos aún la facultad de crearla… Incluso en épocas de cierta arrogancia intelectual son pocos los individuos que logran desembarazarse de los mitos, la masa no se emancipa nunca de ellos. La ilustración es insuficiente; se limita a destruir una forma de manifestación pasajera no el instinto aletargado. (p. 50)

 

A partir de estos presupuestos, se busca despertar la convicción de que en el individuo, de forma inconsciente y latente, actúan en gran medida aquellas potencias imaginales, que desde los tiempos más antiguos han estado presentes y que el individuo proyectó en su entorno en calidad de dioses y espíritus como poderes personificados, resaltando que el individuo del actual momento histórico trae consigo un conjunto de esquemas de conducta de tendencias míticas y simbólicas heredadas, fruto de la continua repetición de situaciones en la historia humana.

 

Es una invitación permanente a pensar con determinación en las numerosas imágenes y estructuras míticas presentes, con la sólida convicción de poder descubrir en estos contenidos imaginales mecanismos dotados de sentido que llegan a la conciencia moderna con un poderoso efecto sugestivo. Esto para lograr entender su influencia para revitalizar y remodelar la existencia del individuo actual, así como reflexionar sobre el valor de dirigir la atención investigativa al mundo imaginal.

 

En la actualidad, todavía las potencias anímicas que han acompañado al hombre desde el pasado siguen presentes en gran medida de forma degradada, pero, aunque aminoradas, estas continúan teniendo una participación importante en el drama de la vida, claro está, con otros rostros, con un gran poder de sugestión y posesión sobre la consciencia individual y colectiva.

 

En el mundo racional, el inconsciente del hombre actual no cesa de presentar innumerables mitos y símbolos, dado que el ser humano como tal nunca se halla completamente desprendido del mundo imaginal. De forma constante, los individuos son sugestionados de manera inconsciente por modelos de conducta mitológicos ancestrales, que siguen latentes en lo más profundo del ser humano.

 

Referencias