RHS. Revista. Humanismo. Soc. 6(2), 2018, documento de reflexión no derivado de investigación.
Ética en la fundación del Estado moderno colombiano a través de la literatura del siglo XIX
Ethics in the foundation of the modern Colombian State through nineteenth-century literature
Juan Camilo Perdomo Morales1
https://doi.org/10.22209/rhs.v6n2a07
Recibido: septiembre 18 de 2018.
Aceptado: diciembre 4 de 2018.
Resumen
La literatura colombiana del siglo XIX captura el proceso de la emergente nación e indica los cambios éticos necesarios para la conformación de un nuevo país. Recurriendo a la novela y la poesía colombiana del siglo XIX, se evidenciará cómo se despliega en estas efectos prácticos de las obras, bajo el anhelo del autor de incidir con sus letras en el progreso ético y político del país, la sociedad y la vida de los ciudadanos, con la fundación del Estado Moderno en Colombia a través de una ética ciudadana propuesta en los textos. Igualmente, se resalta el empeño literario de revaluar la situación moral y política nacional, confrontarla respecto al pasado y evaluar la actualidad conforme a ella.
Palabras Clave: Estética; Ética; Política; Colombia; Imitación; Propósito.
Abstrac
Colombian literature of the nineteenth century captures the emerging process of the new nation and shows the ethical changes needed for the formation of a new country. By using the Colombian novel and poetry produced in the nineteenth-century, this paper will show how these are unfolded in practical effects of the works, drawing on the authors’ desire to influence with their work the ethical and political progress of the country, their society and the life of citizens, and to contribute to the foundation of the modern state in Colombia through a citizen ethics proposed in the texts. Additionally, this paper stresses the literary effort of reappraising the national moral and political situation, of confronting this with the past and, accordingly, of assessing the current situation.
Keywords: Aesthetics; ethics; politics; Colombia; imitation; purpose.
Indica Stendhal (2006) que el deber del autor yace en escribir la realidad con veracidad con el anhelo de contribuir al progreso moral de la Nación y del ciudadano, haciendo «de la literatura un estribo para algo mejor» (p. 28). Al desear ser útil a su patria (p. 37), Sthendal implica en la obra dos elementos: Mímesis y Telos.
En la literatura, la imitación subyace en su centro, se presenta como la capacidad de representar y comprender historia y actualidad, facultando la creación de una ficción cuyo efecto práctico pretende lograr progreso social a través de la moral y la política, pues conforme a la sentencia aristotélica (1946), el arte como imitación de la acción está destinada a la acción misma (VII 1450a 16-24). Así, la intención artística de guiar hacia una actitud ética y a acciones en una realidad que la condiciona, mas que abarca y modifica.
El destino de la obra no se liga a la mera contemplación sensitiva, el arte trasciende, como en este caso, al tocar el espíritu y la existencia. De allí que no sea posible interpretar las letras nacionales del siglo XIX sin estimar el reflejo y el propósito que encierra, comprendiendo una realidad histórica, social y política de la que emerge un pensamiento con el único objeto de tocar a los lectores en el asiduo ánimo de transformar espiritual y materialmente la sociedad colombiana por medio de la fundación del Estado moderno bajo los preceptos morales liberales.
Esta aspiración no menor ha sido despreciada por quienes no conciben en el arte imitación, moralidad o regocijo espiritual, a excepción de almas diáfanas, dice Pater (1900), al concebir tal empeño como «el verdadero interés del arte»2 (p. 219) en el afán legítimo de reformar el mundo.
Ello resulta evidente en la basta tradición literaria del país, en las valientes prosas de Fray Ciriaco de Archilla o José Fernández Madrid, las audaces y osadas de los comuneros, e inclusive en los versos de Caro, Pombo y Silva o en aquellas letras de María de Jorge Isaacs. La literatura colombiana del XIX resulta especial por su ahínco y pretensión de refundar el país con críticas y propuestas frente a la situación histórica y a la aun convulsionada realidad política, con una composición cargada de denuncia, como la de Candelario Obeso,3 con intención y afán por «variar el rumbo de la nación» como diría Uribe Uribe (1984, p.123).
La accidentada consolidación estatal debido a las continuas guerras civiles, junto a la dificultad por establecer una rígida Constitución, implicó para Colombia afrontar una situación de extrema lentitud en la conformación de una República sólida. Ya el aparato Estatal entrañaba enormes dificultades desde la Colonia, por ejemplo, para Fermín de Vargas (1986) el componente geográfico del país suponía enormes inconvenientes no solo en el desarrollo del transporte y el comercio, también en la comunicación entre las Instituciones de Gobierno. Así mismo, la exterminación indígena, junto a la falta de mano de obra y el poco capital necesario para acelerar la industria, frenaron el desarrollo y las capacidades económico-políticas del país, dependiendo exclusivamente, dice Nariño (1982), de una precaria producción minera y agrícola, vendidas a un precario comercio cuyos réditos eran devorados por la corrupción estatal.
Se forjó así un clima de tensión política, de dificultades sociales y de zozobra en un país arreciado por la guerra, reciamente divido por el radicalismo bajo una grave precariedad social, porque aun independizado no lograba regirse a sí mismo. Por tal razón, Caro levantaba su pluma al escribir: «Brotar la alevosía / viste, y a empuje de discordia brava / bambolear la Libertad. Gemía / Colombia en agonía; / tu espíritu rabioso declinaba» (Pro Senectute, en Echevarría 2011, p. 39).
Siguiendo a Lukács (1966), estos factores condicionaron las producciones literarias, mas alentaban a los autores a mostrar la verdad social y psicológica (p.15) de los ciudadanos de la República, quizás con el interés de cambiar los ideales o actitudes éticas respecto a la realidad generada por el nuevo Gobierno. Las circunstancias políticas, económicas y sociales producen cambios en los artistas, dado que «interviene directamente en la vida del individuo» (Lukács, 1966, p. 20), del escritor, quien con la novela o la poesía «convierte a la historia en una experiencia de masas» (p. 20), siendo este un vehículo para la reflexión y la crítica del país y sus ciudadanos, pues puede decirse, al igual que con la novela histórica, que el propósito de la literatura colombiana del siglo XIX es tocar la vida de los lectores para la:
Regeneración y reacción de los diversos movimientos nacionales [...] –para– verter en las amplias masas el sentido y la vivencia de la historia, la invocación de la independencia e idiosincrasia nacional se halla necesariamente ligada a una resurrección de la historia Nacional (Lukács, 1966, p. 23).
A través de una experiencia estética que tambalea entre el recuerdo, el reflejo presente y la ambición futura de transformación y cambio en la esperanza de, por medio de la obra, generar una consciencia histórica que cuestione y enfrente las realidades sociales, económicas y políticas; tarea, aun hoy, imperativa por hacer.
Tal es la necesidad de autores como Isaacs, de orientar a la fundación de una República colombiana moderna, pues el arte, conforme a Aristóteles (1946): «[la tragedia] es representativa (Mímesis) no de hombres, si no de acción, de vida y de felicidad (Eudaemonía), y el fin (Telos) buscado es una acción, no una cualidad […] sin acción, no puede haber tragedia [arte]» (VII 1450a 16-24), porque, dice él (1985), «Todo arte y toda investigación científica, lo mismo que toda acción y elección parecen tender a algún bien» (1094a 1-5). Con lo anterior, se supone en la literatura un direccionamiento hacia un bien o felicidad4 que, en este caso, estriba en la transformación nacional mediante la ética y la política, y con ellas, en el bienestar de los ciudadanos.
Pombo plasma ya la inmensa dificultad agraria en Bambuco (en Charry 1996) al escribir: «Vi a mis pobres campesinos / Cambiados en dragonazos / Aprendiendo a machetazos», e igualmente José Eusebio Caro en Libertad y Socialismo:
¡Libertad! ¡Tres veces santo nombre! / ¡Del alma la más bella aspiración! / ¡Tiempo vendrá que al porvenir asombre / Te haya insultado alguna vez el hombre / con tal profanación! […] Mi corazón me anuncia tu reinado / Como la imagen del glorioso Estado (España, 1984, p. 63).
Es en este interés en ser partícipe de la construcción y la reforma de la nación que los autores del romanticismo latinoamericano revelan un efecto práctico de la obra de arte. En María, Efraín encarna un nuevo héroe que realiza acciones tan nobles como luchar por su amor, aunque más allá de ello, concibe la igualdad entre esclavos, proclama la amistad entre inmigrantes y ciudadanos, y considera que un modelo de producción agrícola moderno e industrial es el más provechoso para ‘El Paraíso’, para el país. Este es el llamado de Isaacs a los ciudadanos, porque al igual que Aristóteles (1946), cree que describir a los mejores (VII 1450a 16-24) es el mejor ejemplo para la transformación.
En este mismo sentido, Ricoeur (1990) en el sexto estudio de Sí mismo como otro, retoma a Aristóteles para analizar el arte y evidenciar las dimensiones éticas del relato en: i) el reconocimiento de otros que «son humanos como nosotros» (p.150); y ii) ser para los lectores «el primer laboratorio del juicio moral» (p.139). En concordancia, para Kant (2010), el juicio del gusto estético y la relación autor-lector implican comunicabilidad universal, aquella que quizás Lukács recoge en su sentido de masas, que no es otra cosa que posicionar la obra en el ámbito público y así lograr la comprensión en los lectores no solo de la obra, también de la realidad descrita, generando con ello una suerte de ética o ideales éticos a realizar y comunicar. Allí, como advierte Kant, tan solo en la mera contemplación de la obra se gana un amplio significado ético-político porque se juzga la realidad conforme a la obra o se comunican los diversos sentidos hallados en estas, acarreando, en ocasiones, acciones específicas en la realidad, que posibilitan un fin práctico en la acción, ya sea en la construcción política del Estado Moderno, o en la formación ética de una nueva ciudadanía.
Fundamentales son la ética y la política como objetivos artísticos en la búsqueda teleológica del autor. En este sentido el análisis de Doris Sommer (2006) lo evidencia, al ser posible porque la novela en «el continente americano [...] con sus tensos problemas sociales, es un amplio y sugestivo campo para la producción novelística [...] condicionada por la agitación política, por el lento cambio de las estructuras sociales« (p. 12). Desde este punto, Sommer (2006) propone que los romances nacionales en América Latina dan muestra del nacionalismo y patriotismo que pretendían incidir en «los procesos de construcción nacional en los países de América Latina» (p. 3), y que Jaramillo Uribe (1982) describe como el interés de los escritores por mover «los ánimos en el sentido de la novela social, de la poesía grandiosa y atrevida, y de los estudios de historia política» (p. 33) evidentes en las obras ya nombradas.
Empero, más próximo a Ricoeur que a Sommer, se considera que el propósito de la obra se encuentra más cercano a un cambio, formación o educación ética basados en los preceptos liberales por parte del autor al lector, que en expreso y único interés de llevar a la conformación de una nueva política u organización, crea en el lector una suerte de actitud ética respecto a su realidad y existencia.
El punto de Sommer es igualmente notable, el proyecto de Estado apreciable en María pasa por el fiel retrato de un país pietista, fuertemente religioso, que conjuga la fe religiosa con el anhelo ilustrado, y con el intento por modificar el país con ambas cualidades, de ética y política, entiéndase al igual que Lukács como la estetización de la ética (Lukács 1961 p. 264), al ser la obra
Naturaleza del reflejo estético, referida a la necesidad social [...] que puede presentarse muy fácilmente como modelo o prototipo y promover la penetración de categorías estéticas en la ética –porque– el reflejo estético de la realidad da siempre forma en una unidad sensible, significativa y manifiesta de lo interno y lo externo, del contenido y la forma, del carácter y el destino (Lukács, 1961, p. 267).
Mas el retrato de la religiosidad colombiana junto a el deseo futuro de reconfiguración estatal ligan en Isaacs política y religión como elementos imprescindibles en el progreso, al ser la religión, a su juicio, el principal componente para la moral, la buena sociedad y el gobierno correcto. Por ende, en María Efraín enseña la necesidad de imitar las virtudes de la Virgen, siguiendo la lectura de El Genio del Cristianismo, al defender la belleza y vitalidad de los valores cristianos en la transformación del país, haciendo del componente religioso un elemento vital en todo proyecto político colombiano; aun Uribe Uribe (1982) cita el Rerum Novarum.
Incluso la laicidad propuesta en las arremetidas liberales al clero en ‘El Programa’ o ‘La Nueva Era’, se debe a la acusación del amplio y absurdo poder eclesial, mas no se desecha su valor edificante en la sociedad. Por ello, dada su compartida esencia moral, los autores del XIX compaginan religión con política, y de igual forma, Núñez y Carrasquilla relacionan sus gobiernos con la fe, porque a su criterio, servía de fundamento de la buena moral, siendo el «elemento religioso considerado como el factor cohesivo y ordenador de la sociedad moderna» (Jaramillo Uribe, 1982, p.167), en tanto «la importancia de las creencias religiosas es elemento cohesivo y conservador en la vida de los pueblos» (Jaramillo Uribe, 1982, p. 268).
Este vínculo especial basado tanto en el evangelio como en la declaración de los derechos humanos encuentra su fulgor en las relaciones entre amos y esclavos, respondiendo, desde la fe y la razón, a la pretensión propia de la época por igualdad entre los hombres, enfatizada por Silva en: «Juan Lanas, el mozo de esquina, / es absolutamente igual / al emperador de China» (Echevarría, 1962, p.178) o por Caro:
Los hombres todos por su ser iguales / Ante una ley de universal amor, / ¡Y sólo por sus obras desiguales! / ¡Como lo son sus almas inmortales / Delante del Señor! / Todos seguros en los varios modos / Con que a su bien, sin daño ajeno, van, / Sí, todos libres, responsables todos, / Sin distinción de títulos ni apodos / Que orgullo y odio dan. / El justo, blanco o negro, hermoso o feo, / Estrecho u opulento en su vivir, / inglés o chino, jesuita, hebreo... / Y aun el cegado, inofensivo ateo, / Pudiendo en paz dormir. / […] Eso es la libertad! ¡la que he previsto / Entre los raptos de mi ardiente edad! / ¡La que en la tierra de Franklin he visto! / ¡La que me ofrece en sus promesas Cristo! / ¡Esa es la libertad! / Y esa la misma que en la patria mía / Joven sus fuerzas ensayando vi (Libertad y Socialismo, en España, 1984, p. 63).
Personajes de María como José, Braulio, don Jerónimo, don Ignacio, Emigdio o Custodio permiten a la obra exponer un país multicultural, de cosmovisiones variadas y amplias brechas sociales, con atisbos de igualdad en derechos y dignidad, emplazando a una unidad multicultural que antaño Fermín de Vargas ya pretendía al escribir «entre blancos, indios, pardos y negros debe haber la mayor unión: todos debemos olvidar cualquier resentimiento que impida en nosotros, reunirnos bajo un mismo espíritu y caminar a un mismo fin» (De Vargas, 1986, p.161), advirtiendo que todo odio y conflicto se debe a:
el déspota –que– ha introducido estaciones odiosas, clases contrarias a la natura, opuestas al espíritu de la religión, perjudiciales a la sociedad. Establezcamos nosotros la igualdad natural, mirémonos como hijos de un mismo padre, que fue Adán, como hermanos de Jesucristo e individuos de un mismo Estado [...] reine entre toda la fraternidad (Fermín de Vargas, 1986, p. 161).
Por ello, todo rencor o desavenencia es disuelta por Isaacs en la detallada narración del matrimonio de Custodio con el encuentro entre comunidades afro, indígenas, campesinos y criollos que celebran juntos sin distingo alguno relevante.
El recurso de personajes pluriétnicos es usado también por Isaacs para presentar una de las realidades más crudas del país, el esclavismo. El autor, blanco de críticas por la política antiesclavista del partido liberal, exponía de forma singular la relación amo-esclavo, que supone su intención de no considerarlos llanos servidores, si no confraternales a él, una persona con quien puede enlazarse amistad5 o confiar íntimos secretos, allanando el camino para la abolición de la esclavitud y confiriendo dignidad a los pueblos negros.
La temática esclavista resulta esencial en la propuesta estética y moral de la literatura del siglo XIX al unir los dos elementos de la obra de arte, imitación y propósito. El reflejo de una sociedad esclavista posibilita la comprensión de un país esclavista, cruel e inhumano. Empero, supone a su vez, la aspiración futura de su abolición, de una nueva actitud o mirada ética del ciudadano criollo respecto a esto, bajo mensajes de igualdad que incide en los lectores, para así lograr una finalidad ético-constructiva.
El relato de Nay y Sinar, del capítulo XL de María, ejemplifica esta cuestión. El trato inhumano a la población afro es retratado con el objetivo de consolidarlo tema de relevancia política en el futuro del país. Isaacs describe con especial minucia la trágica vida de Nay y Sinar, desde la lucha tribal en las estepas africanas, su esclavización y el angustioso viaje a América. Allí se humaniza lo deshumanizado, la inmensa crueldad de la esclavitud debe ser evitada a futuro. Todo hombre, según el propósito literario fundacional, debía ser igual y libre.
No obstante, este apartado pluriétnico de María puede verse empañado por la ausencia e invisibilidad de las comunidades indígenas del Valle del Cauca como la Yanacona, Embera Chamí, Nasa entre otros. Mas, según lo recogido por diversos historiadores, la población mayoritaria del Valle del Cauca era negra dado el exterminio indígena durante la Colonia, de allí que las comunidades indígenas hayan sido diezmadas y que los pocos restantes habitaran resguardos o tuvieran tierras.
Así mismo, es menester advertir dos elementos del indígena en la literatura del siglo XIX: i) ya que los indígenas no consolidaban una mano de obra lo suficientemente fuerte y útil en las haciendas, no fueron tenidos en cuenta en María por Isaacs al ser este un relato de la vida en ‘El Paraíso’ del cual no hacían parte. Así, el único elemento deshumanizado al cual humanizar son los esclavos negros, primordialmente, también, porque a diferencia del indígena, estos sí eran considerados bestias o carentes de almas. ii) Es innegable la importancia del indígena en lo que respecta las actitudes éticas bajo los ideales liberales que los textos pretenden fundar, por lo que por ejemplo estos aparecen en el Hacha del Proscrito de Caro, en Bambuco de Pombo o en La Vorágine de Rivera. Igualmente, historias semejantes o poemas como En boca del último Inca de J.E. Caro no solo marcan el inicio del estilo criollista y costumbrista en el país, además, realzan el folklor colombiano, advirtiendo la identidad nacional y con ella, la obligación política y ética de conservación cultural.
El rescate de las tradiciones y las identidades nacionales son signos del deseo de autosuficiencia y autonomía cultural y política, simbolizados por medio del cambio y oposición al romanticismo europeo. De allí que suela ser aceptada la independencia estética del romanticismo latinoamericano frente al europeo, consolidándolo como un estilo propio que, aun cuando conserva rasgos de la tradición europea, se desliga de esta. Se apropia del estilo al combinarlo con lo autóctono del paisaje y el folklor regional porque, en el mismo sentido de Simón Rodríguez, era imperativo consolidar una identidad cultural y política para un gobierno autónomo, lejos de toda injerencia política extranjera, aunque ligada al viejo mundo por el comercio.
En consonancia escribe Pombo su poema Bambuco: «¡Lejos Verdi, Auber, Mozart! / Son vuestros aires muy bellos, / Más no doy por todos ellos / EI aire de mi lugar. / […] nuestro aire nacional» (en Charry, 1996). O Rafael Uribe en su ensayo sobre la modernización colombiana manifestando: «A problemas propios soluciones propias [...] el Estado no es órgano de simple conservación sino también de progreso, impulsar y promover tan poderosamente como pueda la prosperidad del país» (Uribe Uribe, 1984, p. 115), porque afirma Jaramillo Uribe (1982) «El estilo español de vida resultaba ser un obstáculo para el progreso de la civilización política y para el avance técnico e industrial de la nación» (p. 67).
No obstante, resulta curioso que tras el rechazo a Europa, las obras literarias de siglo XIX encuentran como esencial para la fundación del Estado Moderno la unión entre naciones del nuevo y el viejo mundo a través de los procesos migratorios. En oposición a Pombo o Bolívar, Isaacs observa en Inglaterra un potencial aliado comercial y cultural. Igualmente M. A. Caro propone que conseguida la independencia y la consolidación Nacional debe iniciarse el acercamiento económico con las potencias extranjeras, porque inquiriendo a sus detractores afirma:
Confesemos que nuestros odios a España –y Europa-, han rayado en un exceso culpable; reconozcamos que el tiempo de las recriminaciones ha pasado; recordemos que somos hermanos [...] una verdadera reconciliación sería tan provechosa a los unos como a los otros. Nuestra independencia esta consumada: la fraternidad es un deber (Caro, 1962, p. 408).
El vínculo amoroso de María y Efraín refuerza esta visión. La unión entre un criollo católico y una inmigrante judía, resulta ser símbolo de la igualdad entre hombres, de la dignidad y el respeto por cada cultura, indispensables para un Estado Moderno. A su vez, acrecentaba la «convicción de que el remedio para todos los males sociales, políticos y económicos que padecía la Nueva Granada era la inmigración» (Jaramillo Uribe, 1982, p. 34), incitando un «proceso de expansión trasatlántico, los procesos migratorios» (Zimmermann, 2009, p. 182) que acarreaba la inversión extranjera necesaria para acelerar el incipiente comercio nacional; por este motivo, recoge Jaramillo Uribe, la política pública para el aumento de población inmigrante, confiriendo una «generosa concesión de tierras baldías, concediendo estímulos tributarios» (Jaramillo Uribe, 1978, p. 18).
Aunque Isaacs, al igual que Silva y Rivera, conserva la magnífica sublimidad de la naturaleza y del paisaje colombiano, este coexiste con la industrialización de las haciendas agrarias, una unión entre el ímpetu natural y la fuerza económica de la industrialización. Tal transformación del paisaje con infraestructura industrial era considerada primordial para el progreso económico y político del país. Por ello, escribe el autor en María:
[…] en mi ausencia, mi padre había mejorado sus propiedades notablemente: una costosa y bella fábrica de azúcar, muchas fanegadas de caña para abastecerla, extensas dehesas con ganado vacuno y caballar, buenos cebaderos y una lujosa casa de habitación, constituían lo más notable de sus haciendas de tierra caliente (Isaacs. 1974, p. 53).
Transitando de «la economía simplemente agraria, por la manufacturera; […] [a la] de la industria y la ciencia […] [que] se mirarían ahora como los mejores elementos constructivos de la vacilante y todavía informe república» (Jaramillo Uribe, 1982, p. 37).
Con esto, Isaacs hablaba a cada lector hacendado cómo podría mejorar el país al modernizar un campo que traería beneficios para sí y para el país. Igualmente, bajo los principios expuestos en las obras, por los cuales se esperan rijan el país futuro mediante su apropiación en la vida de cada ciudadano; es decir, la convicción de que todos los hombres somos iguales en derechos y dignidad y merece la sociedad en conjunto la mutua cooperación. María plantea una economía mixta entre el latifundio y el minifundio, observado en la descripción de un campo compartido por grandes fábricas y pequeñas haciendas campesinas, o asociaciones agrarias, acordes al principio de desmonopolización económica e igual derecho a las oportunidades y el trabajo, propio de un autor miembro del liberalismo radical, promotor de la destrucción del monopolio económico, el libre cambio y comercio, permeado por los versos comuneros.
La modernización de la economía suponía un pilar del nuevo Estado que era acompañado, indispensablemente, por el mejoramiento de la educación, la introducción de la ciencia, la tecnología y la investigación. Todos estos elementos tenían como objetivo liberar a Colombia de la «economía de estrechas manos heredadas de las vieja y caduca economía colonial» (Mejía, 1969, p. 31), mediante «el comercio y la industria [que] terminarían con las guerras y las oposiciones de poder, harían superfluos los gobiernos y establecerían la paz universal» (Jaramillo Uribe, 1982, p. 182).
La modernización contrastaba con el antiguo país colonial, de carencias económicas, precario sistema educativo y de amplio déficit fiscal, producto de la nula infraestructura e institucionalidad moderna (Jaramillo Uribe, 1978, pp. 29-30). Así, Zimmermann (2009) apunta en que «los cambios en la economía y la sociedad fueron un importante ingrediente en el impulso hacia procesos de modernización política» (p. 83) y económica, con el desarrollo en infraestructura, «caminos, carreteras, ferrocarriles, canales, telégrafos, puertos, dársenas, docks, higiene, instrucción pública, teatros, universidades, museos […] casi todo lo constituido por las conquistas y las comodidades del progreso moderno» (Uribe Uribe, 1984, p. 116).
Es relevante la apología al extranjero y el tema antiesclavista e indigenista de la literatura, pues los tres actores cumplen el mismo cometido ético y político, son igualados en lo que a ellos respecta, en tanto son de extrema relevancia no solo en el espectro político al hacerlos ciudadanos, si no ético en su reconocimiento como iguales entre ellos, dignos de respeto y semejantes al ciudadano de la República de Colombia.
Son evidentes las características constitutivas de la literatura colombiana del siglo XIX. Como obra de arte tiene el particular anhelo de reformar la sociedad, trastocando con su mensaje la vida de cada lector ciudadano y, con ello, se tenía la legítima aspiración de fundar un nuevo país bajo los preceptos de modernización moral, política y económica.
Los ideales inmersos en la obra tienen el efecto práctico de impulsar, incluso hoy, al deseo de transformación social, de cambio y progreso moral nacional. La literatura fundacional colombiana no se limita a la mera contemplación, su esencia fundó una República moderna a la que todos nos debemos.
Eludiendo el tiempo que nos aleja, los autores del XIX son todavía para nosotros, y deben serlos, indispensables para cuestionar y reflexionar sobre nuestra historia nacional, pero sobre todo, para comprender y enfrentar el presente y futuro del país, pues ellos, al igual que los comuneros y antepasados, nos invitan a persistir en la digna empresa de reevaluar nuestra historia, de buscar el progreso y la justicia social del país.
Referencias
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1.| Universidad Tecnológica de Pereira. Filósofo egresado de la Pontificia Universidad Javeriana.
2.| Originalmente «the true interest of art».
3.| En Canción del Pescador escribe: «El pobre no descansa nunca / para poderse alimentar; / hoy carece de pescado, / luego de sal» (España, 1984, p. 103).
4.| «Lo mismo vivir bien y obrar bien que ser feliz» (Aristóteles, 1985, 1095a 15-20),
5.| Por ejemplo, escribe: «Pude notar que mi padre […] daba un trato cariñoso a sus esclavos» (Isaacs, 1974, p. 53)