RHS. Revista. Humanismo. Soc. 8(1), julio 2020 / ISSNe 2339-4196
Editorial
Y el virus se hizo número
And the virus became a number
https://doi.org/10.22209/rhs.v8n1a00
Y el virus se hizo número, y habitó entre nosotros. Cree haber visto esta frase en algún artículo, de los muchos que ha leído sobre la actual contingencia sanitaria. Pero, por más que busca en la tupida red virtual, hecha de datos, opiniones, noticias alarmantes y sin confirmar y hechos curiosos, no la encuentra exactamente como la acaba de escribir. Pero bueno, no importa, tampoco está escribiendo un artículo científico, uno de esos donde el autor se gasta la mitad del texto citando a otros que ya dijeron esto o aquello; esos otros que se alimentan de que otros los citen adecuadamente, y gracias a lo cual existen cosas tan extrañas en la academia como los sistemas que van haciendo contabilidad de todas y cada una de las veces que el autor de un artículo es citado... Nada tan nutricio para la vanidad del académico que necesita estar de boca en boca. Pero ahora, eso no le importa, y antes tampoco.
Si no es una cita textual, entonces soñó dicha frase o un trozo de ella, o se la inventó un amanecer cualquiera, en medio de la zozobra y el cansancio anticipado no solo por la nueva jornada de teletrabajo, sino por el asedio de las pantallas, o, mejor será decir, por la oscura necesidad de asediar las pantallas, para saber cuántas víctimas añosas o no, frágiles de antemano, se ha cobrado el virus en las últimas horas, pues alrededor del mundo, el diminuto ente no descansa, al servicio de la Señora de la Guadaña. No descansa, se expande, es pandémico, y dicen que se adhiere a cualquier superficie o material –aunque, sobre este particular, las versiones de los entendidos han variado desde que empezó este drama–, donde permanece a la espera de la mínima oportunidad de hallar un hospedero; viaja veloz, le dio la vuelta al mundo en cuestión de pocos días, pero sobre todo, viaja en las gotitas de saliva que se esparcen por el aire gracias a un simple hecho de hablar, toser, estornudar, y sabe llegar a su nicho preferido: los pulmones, donde prolifera a sus anchas, sobre todo, si, previamente, la salud del humano en cuestión no gozaba de su mejor momento. Es por ello, que los expertos más cautelosos han advertido que se debe precisar que, la mayoría de las víctimas fallece con el virus, no por el virus. Pero ese matiz se olvida o se desestima en medio de la pandemia de miedo que discurre paralelamente.
El caso es que el virus se hizo número, estaba garantizado que así fuera. Es lo que tiene ser viral, pero también virtual o en potencia, invisible y poderoso. Habitó entre nosotros como número (de fallecidos y contagiados, ambos «datos» se multiplican sin parar, exponencialmente, dicen los expertos). Como número, es la manera más segura e higiénica de saber de él, pero también es lo peor, no lo peor de él, sino del uso que hacen de él: el uso que sin pudor hacen los políticos y los economistas, pero también los (algunos) científicos, y, sobre todo, los (algunos o muchos) periodistas. El uso del número, qué fácil y eficaz puede resultar para distintos fines, que de sobra está enumerar aquí. No en vano, este teatro macabro de miles de millones de humanos confinados en sus casas va dando muestras de ser, o bien un experimento en tiempo real, o, en todo caso, una tremenda experiencia cuyo alcance solo será comprensible para la inmensa mayoría –o para quienes espiritualmente lo requieran– mucho más adelante. Por ahora, ¿cabe decir también que el virus se ennumeró, como se dice que el verbo se encarnó? Como sea, todo indica que llegó y se gestionó de tal manera que dejará huellas significativas en las sociedades, que marcará un antes y un después en los sistemas sanitarios, educativos y económicos.
María Cecilia Salas G.
Profesora – Universidad Nacional de Colombia sede Medellín