RHS. Revista. Humanismo. Soc. 7(2), diciembre 2019
Cartas al editor
El arte de mi pueblo
https://doi.org/10.22209/rhs.v7n2a08
Fotografía: © Eduardo Lagos.
Hoy, que me detengo a observar mi ruana, ha perdido su brillo original, obviamente por las numerosas enjabonadas que ha tenido en estos veinte años de haber sido tejida por mi madre; me embarga la tristeza, la nostalgia, la impotencia… ¡de ver que este bello arte milenario se está perdiendo!
Este arte que se ha transmitido generación tras generación, de madres a hijas o de abuelas a nietas, que desde niñas aprendieron a esquilar una oveja, tizar la lana, hilar, teñir, torcer, urdir, tejer e incluso hasta sacarle el pelo con cardas a una ruana, una chalina o una cobija, tal vez por necesidad de un sustento económico o por tradición. Son mujeres que, con su oficio, engrandecen la imagen de nuestro municipio.
El pasar del tiempo ha cubierto con su manto blanco el cabello de estas humildes artesanas, ya con sus manos callosas… partidas y con algún quebranto de salud, siguen aportando económicamente en sus hogares. También estas madres sacaron a sus hijos adelante, cargados a sus espaldas con una chalina y sostenidos con un nudo a su corazón, los hacían dormir cantándoles una canción de cuna, al compás del golpe cadencioso de la chonta. Hoy, ya adultos, saben que llevar puesto sobre sus hombros una ruana los hace sentirse orgullosos de que fue tejida a mano por el ser que los trajo al mundo.
Alrededor de la rueca, la china, el aspador y la guanga, se tejen cuentos, mitos y leyendas, también nuestra historia y algo muy relevante, en El Contadero, todavía se teje esperanza de paz, esperanza de trabajo, también se tejen sueños de un futuro mejor para sus hijos y nietos, y muchos nos colocamos con gusto una ruana o en nuestras camas tenemos una cobija tejidas con pasión por nuestras artesanas contadereñas.
Si desde la administración pública se aplicaran políticas desde el nivel municipal, departamental y nacional, que vayan destinadas a no dejar perder este menester, creando escuelas de arte y oficios como se hace en otras localidades de nuestro territorio nacional, donde se enseña a la juventud en instituciones educativas, articulándose con el SENA y con universidades, ayudaría a que estas tejedoras transmitieran sus conocimientos y habilidades a generaciones futuras para que nuestro Contadero se siga destacando en este bello arte.
Eduardo Lagos
Tejeduría en guangua.