Entre el miedo y el mal. El género negro en la poesía colombiana
Between fear and evil. The noir genre in Colombian poetry
Juan E. Villegas Restrepo*
Filiación
*Candidato a Doctor en Literatura. Grupo de Estudios Literarios (GEL), Universidad de Antioquia.
Contacto
Recibido: abril 16 de 2016.
Aceptado: junio 28 de 2016.
Para citar este artículo:Villegas Restrepo, Juan E. Entre el miedo y el mal. El género negro en la poesía colombiana. Rev Humanismo y Sociedad,
4(2),
Rev. Humanismo y Sociedad, 5(2).
https://doi.org/10.22209/rhs.v4n2a05
Un breve vistazo a la producción literaria nacional
del siglo XX bastaría para corroborar que, a partir de
la década del cincuenta y comienzos del sesenta, con la
guerra bipartidista como telón de fondo, el panorama
literario nuestro se vio inundado por un cúmulo de novelas
sobre «La violencia». Al estar repletas de tramas
repetitivas, de sesgados maniqueísmos ideológicos y
de cuerpos cercenados, dichas novelas terminarían, a
su vez, por reproducir esa especie de pornografía de
la violencia que García Márquez tantas veces le cuestionó
a más de un novelista. Correlatos casi que paralelos
a ese período oscuro de nuestra historia, como
lo fueron el éxito editorial del boom y la publicación
de Cien años de soledad en 1967 acabarían por acentuar
más todavía dicho fenómeno. De ahí que sea entonces
con Mito, no en cuanto a revista, pero sí en cuanto a
colectivo, que nuestra poesía parezca gozar de las últimas
mieles de esa supremacía genérica que la lírica
había ido adquiriendo desde el siglo XIX con respecto
a la narrativa. Hecho importante este, sobre todo en
un país como Colombia, en donde el número de poetas
solo había podido ser igualado por el número de
muertos paridos por nuestras tantas violencias sucesivas
en casi 150 años de vida republicana.
Todo este declive del género poético se corroboró aún
más con la supuesta asincronía que, según algunos
críticos, este ha tenido desde siempre con las convulsas
realidades políticas y sociales del país. A manera
de ejemplo, citamos el de Andrés Holguín quien, en
el prólogo a su Antología crítica de la poesía colombiana
(1874-1974), denuncia, casi que con rabia, la aparente
displicencia exhibida por nuestra poesía al momento
de dialogar con los episodios más tristes, cruentos y
por ende vergonzosos de nuestra historia. Parcialmente
entendible dado el nocivo fetiche retórico y el sonso
gramaticalismo que caracterizó por más de siglo y medio
a nuestra poesía, el dictamen no necesita de glosa
alguna. Dice Holguín: «nuestra poesía ha sido creada
al margen de la historia y de ahí que los problemas
[…] como las guerras, violencia, miseria o el hambre,
no [aparezcan] suficientemente reflejados, transmitidos,
vivenciados en sus poemas» (Holguín, 1974, p.
342). Pero con todo y lo constatable que pueda parecernos,
el juicio de Holguín deja también al descubierto
la ineptitud de una crítica literaria para dimensionar
las muchas maneras que nuestros poetas –piénsese en
el «tuerto» López, en Vidales o de Greiff– emplearon
para denunciar nuestro estancamiento cultural, nuestra
pobreza política, nuestros vicios, nuestro odio.
Tal es, pues, el propósito de esta selección de poemas
que Emilio Alberto Restrepo nos ofrece en Entre
el miedo y el mal (2014). Estamos ante una antología
de 83 poemas que busca, desde los supuestos teóricos
del género negro, enfatizar el puente que la poesía colombiana
del siglo XX (la única excepción siendo Rafael
Pombo, con su poema «El gato bandido») ha tenido con
el crimen, la desolación y los múltiples rostros que la
maldad ha adoptado en nuestro fallido proyecto de
nación. La lucidez del prólogo que antecede la selección
radica en la habilidad de Restrepo para desmitificar,
quizás sin saberlo, el dictamen aquel de Mijaíl
Bajtín, de que la poesía, contrario a la novela, no da pie
a la multiplicidad de voces-visiones con respecto a un
hecho histórico en concreto, dando muestras, con ello,
de la supuesta falta de compromiso ético de la misma
para con la sociedad. Bien lo dice Restrepo:
[...] es claro que la poesía no puede competir con los
equivalentes narrativos de la novela y el cuento, pues
es posible que no resuelvan un asesinato [pero aun así],
las imágenes del poema pintan el desencanto, el profundo
resentimiento de un hombre usualmente solo
–pero no necesariamente indefenso– ante la urbe y sus
vericuetos, tratando de sobrevivir desde la marginalidad
de su condición con la única arma de su palabra,
todavía humeante luego de disparar el poema que lo
redime en su indignidad de personaje sujeto a un destino
que casi nunca le es favorable (p. 11).
Así las cosas, este trabajo constituye el esfuerzo loable
de un escritor antioqueño, mayormente adscrito
al género de la novela, por crear espacios de reflexión
no solo con respecto a nuestra poesía, sino también
con respecto a una crítica académica que, insistimos,
no ha podido o no ha querido ver los múltiples registros,
temas y enfoques –muchas veces ajenos a la violencia
misma– a través de los cuales nuestros poetas
han pensado nuestro devenir como nación. Caso ejemplar
de esta catalogación temática es la inclusión de
un poeta como Héctor Rojas Herazo (1920-2002), cuya
producción poética, a ojos de más de un crítico, pareciera
agotarse en la esfera de una corporeidad a ratos
nostálgica, a ratos visceral, de un hombre renuente a
cualquier comunión metafísica del alma. No obstante,
la incorporación de un poema como «Centinela del
desterrado», visto a la luz de esa dinámica pendular
«entre el bien y el mal», permite apreciar cómo el poeta
tolueño se vale de la relación análoga entre cuerpo y
sociedad, para así nombrar las múltiples mutilaciones
éticas, culturales y políticas de las cuales hemos sido
víctimas como país. Basta con adentrarnos en el mundo
que esbozan los cuatro primeros versos del poema
en cuestión (p. 27):
Me pusieron mi ropaje de vísceras
y luego me dijeron:
camina, escucha, dura,
ganarás la lumbre de cada día con el sudor de tu alma.
Lumbre de cada día, de un día casi siempre nocturno,
agreste, que se da cita también en un poema como «Ah
y es de nuevo la mañana» del poeta antioqueño José
Manuel Arango (1937-2002). Dice el poema (p. 21):
Ah y es de nuevo la mañana
tibia y azul
El que está señalado
(en la lista hay una cruz después de su nombre)
liviano todavía
va por las calles
Limpio recién peinado
va a sus negocios
Cuando el asunto se despache un nombre
se tachará
Por ahora va por las calles
Con poemas espacial, temporal y estéticamente distantes
entre sí, que van desde el ya citado Rafael
Pombo (1833-1912) hasta poetas más contemporáneos
como Luz Andrea Castillo (1983- ) y Ricardo Contreras
Suárez (1983- ), pasando por Fernando Charry Lara
(1920-2001), Juan Manuel Roca (1946- ), Helí Ramírez
(1949- ), Liana Mejía (1960- ) y Luz Helena Cordero
(1961- ), Entre el miedo y el mal no privilegia a la poesía
y el arte (en un sentido neoplatónico) como formas
superiores para la reflexión socio-histórica en el país,
el fomento del cambio social y/o la diseminación de
valores, pero si aboga por una recuperación del valor
de la palabra escrita, y más específicamente de la palabra
poética, en tanto vehículo testimonial y reparativo,
para pensarnos como país violentado y violento que
seguimos siendo.
Referencias
Holguín, Andrés. (1974). Antología critica de la poesía colombiana
1874-1974, Tomo II. Bogotá: Biblioteca del Centenario
del Banco de Colombia.
Restrepo, Emilio Alberto (Comp.). (2014). Entre el miedo
y el mal. El género negro en la poesía colombiana. Medellín:
Hilo de plata Editores.